N efecto, cada día un poco más cerca del mal llamado Tercer Mundo. Aunque ya lo estamos geográficamente, porque Canarias es y siempre será un archipiélago africano, ahora también políticamente si nos fijamos un poco en lo que está pasando. Tal vez se pregunten por qué lo digo. Podría ser por los hospitales con los pasillos atestados de enfermos, podría ser por las tasas de paro ya próximas a las de más de un país subdesarrollado, podría ser por los miles de “sin-techo” que malviven por nuestras calles o por la corrupción generalizada de nuestras administraciones, peligrosamente próxima a la de otros tantos países del continente negro, podría ser pero no es por nada de eso. Se trata de la última medida del Cabildo de Tenerife que apoya también el Gobierno de Canarias, para luchar contra ese más del 50 % de paro entre los jóvenes de las Islas, mandando a Alemania y a otros países de Centroeuropa a nuestros jóvenes mejor cualificados. Los valedores de la medida hablan de lo bueno que será para los que marchen por lo que les aportará en desarrollo y experiencia profesional. Se habla de darles cursillos acelerados de alemán, pagarles el billete y alguna que otra gestión más. Y saben… se parece muy mucho a lo que desde hace ya tiempo propician en Europa y EEUU con los africanos cualificados: la tarjeta azul. También lo han llamado descapitalización o fuga de cerebros, y es algo que no gusta en África. Allí dicen: ¿quien levantará el país si los mejor preparados se van fuera? Y aún más sangrante cuando a los africanos no cualificados les hemos plantado la Frontera y los hemos encerrado en cárceles antes de expulsarlos. Y aquí nadie dice nada, y eso que a los canarios no cualificados también los puteamos, aunque no necesitan irse fuera. Lo hacen los empresarios, simplemente no los contratan, o los infracontratan, para acabar dándole el trabajo a un inmigrante por la mitad del sueldo y muchas más horas. Eso se llama pensar en nuestra gente, en la suya diría yo. Y así nos va, o así se van, los listos, y se quedan los menos listos, y se enriquecen los de siempre. Y mientras tanto, nadie protesta, nadie se pregunta. ¿No es acaso esta medida la aceptación de un fracaso para una Administración? Porque, ya me dirán: no hay que pensar mucho para elaborar un plan como este. ¿No deberían ser ellos, los políticos inoperantes, quienes se marcharan fuera? ¿O acaso no hay formas de emplear a los jóvenes en Canarias?...
Lo triste de todo esto es que cada vez nos acercamos más a lo que les pasa a muchos de los ciudadanos de esos países empobrecidos, y sin embargo no tomamos ejemplo de algunas cosas buenas que ellos sí hacen. Se preguntarán ahora a qué cosas me refiero. Podría ser al reverencial respeto que en tantos países del Tercer Mundo tienen por sus mayores, los mismos que aquí generalmente aparcamos, podría ser a esa alegría y ese buen talante con el que viven sus limitadas vidas en tantos países de nuestro vecino continente, podría ser pero no es a eso a lo que me refiero. Pienso en cómo se están levantando contra sus gobiernos los ciudadanos de buena parte de la franja norte de África y me pregunto… ¿para cuándo aquí? Y al instante me viene ese recurrente paralelismo entre el canario y su fruta nacional, el plátano. ¿Se anima alguien a romper con el tópico?...
*Eloy Cuadra Pedrini (Canarias-Semanal)
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