lunes, 14 de marzo de 2011

A su Prepotente Bajestad, el Ilustrísimo Señor Alcalde del Puerto de La Cruz



Alguien le ha dicho al animal con patas este, que maltratar a las y los empleados municipales es algo que “renta” electoralmente. Ustedes sigan manifestándose que, al final, los votos me los llevo yo” –parece pensar el Gran Berraco-. Su tesis parte de una teoría que afirma que la gente en general premia las actitudes autoritarias de los jerifaltes políticos, siempre que estas actitudes vayan dirigidas contra otros, y si esos “otros” son empleadas y empleados públicos, pues el electorado, supuestamente, las premiaría dos veces.




Sin embargo, nosotros pensamos que se equivoca. Pensamos que el pueblo del Puerto de La Cruz sabe que las y los empleados municipales son currantes como otros cualesquiera. En el Puerto de La Cruz sigue habiendo cierta conciencia de Clase, como corresponde a una población de extracción eminentemente trabajadora.



Si Usted, Ilustrísimo Señor, y los grupos políticos que le sustentan, agreden groseramente contra los derechos básicos de las y los empleados municipales, éstos están en su legítimo derecho a solicitar por todos los medios legales, incluida la vía judicial, que se les reponga lo hurtado. Aunque sabemos que fue Usted Maestro de escuela (ahora no es más que un mero receptor de múltiples, variados y variopintos ingresos), se ve que fue de esos Maestros “antiguos”, de aquellos apegados al viejo Régimen, y por eso debemos explicarle que acudir al amparo de los órganos jurisdiccionales frente a los abusos de la Administración, es un derecho democrático elemental, que fue arrancado al franquismo tras duras, y muchas veces cruentas batallas. Por eso resulta intolerable que Usted, prevaliéndose de su condición de Alcalde (cargo que no es vitalicio, permítasenos recordárselo), chantajee y coaccione para que las Demandas en curso sean retiradas, como “condición” para sentarse a hablar siquiera con la representación de las y los trabajadores de “su” Ayuntamiento (porque está visto que Vd. lo tiene como una especie de finca particular; una especie de "coto de caza" donde a las y los trabajadores les ha tocado ahora el papel de conejos): esa, muy señor nuestro, es una actitud fascista. ¿Se lo deletreamos, o mejor, se lo descomponemos en sílabas?: FAS-CIS-TA, muy Ilustre Señor Nuestro.


Ándese con ojo con quienes le mal-aconsejan, Ilustrísimo Señor Alcalde, que la soberbia y dejarse llevar por lo que le cuentan los pelotilleros y las pelotilleras  de turno, nunca ha sido  buena estrategia política. Mida bien sus pasos, no sea que estén conduciendole directamente hacia el patíbulo electoral…

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