domingo, 27 de marzo de 2011

Austeridades*

El presidente del Gobierno autonómico de Canarias, Paulino Rivero (d), conversa con el consejero de Economía y Hacienda, Jorge Rodríguez, durante un pleno del Parlamento autonómico. /EFE
ORTENTOSO anuncio presidencial de Paulino Rivero. El Ejecutivo ha decidido eliminar cinco fundaciones y dos empresas públicas, lo que supondrá un ahorro anual de unos 25 milloncetes de euros. Que después de tres años de la crisis económica más destructiva del último medio siglo en Canarias el Gobierno haya sacado resuello para eliminar vaporosas naderías como la Sociedad para la Promoción Educativa o venerables reliquias como Canarias Congress Bureau no parece que sea una noticia excepcional...




Porque, como es obvio, la pregunta es muy sencilla: ¿por qué no se hizo antes? Las mencionadas fundaciones y empresas públicas eran perfectamente inútiles antes incluso de que Paulino Rivero tomase posesión como presidente del Gobierno. Este anuncio heroico se produce apenas dos meses antes de que se convoquen las elecciones autonómicas y municipales y no resulta, precisamente, ajeno a ellas. A este paso el último ujier no cerrará la última puerta de Saturno -ese abrevadero estratosférico digno de la inteligencia rapaz de don Lorenzo Olarte- hasta mediados de siglo. 

El Gobierno, en fin, ha tenido tres años, tres años nada menos, para diseñar un plan de reforma de la administración autonómica que elimine obsolescencias, superposiciones, redundancias, anacronismos e inutilidades, pero no lo ha hecho, entre otras poderosas razones, porque las administraciones públicas hipertrofiadas e ineficientes tienen, como principal objetivo, servir a su propia supervivencia. Y sin una reforma estructural de las administraciones públicas -una racionalización organizativa y operativa que no consiste en ajusticiar funcionarios convenientemente estigmatizados para disfrute del elector oligofrénico- todo el complejo edificio político-administrativo de Canarias amenaza ruina económica y simbólica.

Ocurre, por lo tanto, lo contrario que en Tindaya, tal y como ha explicado amablemente el arquitecto jefe del supuesto proyecto de Chillida: igual si agujereamos la montaña, oiga, se viene abajo, que las montañas de traquita son muy suyas, muy resentidas, muy traicioneras. Don Lorenzo Fernández-Ordóñez ha sido muy amable. Quince años con esta maldita murga mesiánica, decenas de millones de euros malgastados en una trama que jamás se ha aclarado del todo públicamente, y ahora se nos advierte, con la mejor de sus sonrisas de escuadra y cartabón, que Tindaya se puede desmoronar. Menos mal que todo esto pasa con el mejor sistema educativo europeo. En Finlandia ya hubiéramos entrado en el canibalismo.

*Alfonso González Jerez

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