Militares españoles con cabezas cortadas de rebeldes amazighes rifeños. Guerra del Rif (1911-1926) |
En este genial artículo, el histórico puntal del movimiento de liberación nacional de Canarias, Francisco Javier González, nos expone con algunos ejemplos históricos la nula legitimidad del ejército español para declarar ninguna idea o movimiento político como "éticamente reprobable", en relación con las declaraciones del Jefe del Mando Militar de Canarias...
Cuando en 1871 el canario Nicolás Estévanez rompe su sable de capitán y se da de baja en el Ejército español como protesta por el fusilamiento por las tropas coloniales en La Habana de 8 estudiantes independentistas, era una “canariada” sin sentido. Para Blas Villar y Villate, Conde de Valmaseda y Capitán General de la isla, cualquier medio de conservar la españolidad de “nuestra fiel Isla de Cuba” era un acto “éticamente irreprochable”. Cuando en 1896 y 1897, el Capitán General Valeriano Weyler –Marqués de Tenerife, Duque de Rubí y Carnicero de Cuba por méritos de guerra- condenó a la muerte por hambre a casi un millón de civiles cubanos, muchos de origen canario, con su “Reconcentración”, era tan “éticamente irreprochable” que el Rey lo nombró “Grande de España”.
Cuando desde 1923 a 1927 los aviones y la artillería española bombardeaban con cloropicrina, fosgeno e iperita a las poblaciones civiles rifeñas era un acto civilizatorio de los salvajes bereberes “éticamente irreprochable” Cuando en esa guerra contra el rebelde Sidi Mohamed Abd el-Krim en defensa de la civilización occidental y mayor gloria de España, el General Primo de Rivera, tras su desembarco en Alhucemas, muestra “su disgusto” al contemplar las cabezas cortadas de los “salvajes” rifeños espetadas en las bayonetas de aquella Legión comandada por los Millán Astray y Franco, el suyo era un disgusto estético. Los militares españoles siguieron tomando como trofeos las cabezas rebeldes porque, por supuesto, era un acto “éticamente irreprochable”.
Cuando en 1925, el Jefe Militar de la Guardia Colonial española en Guinea Ecuatorial –luego “provincia” de Río Muni- el teniente Julián Ayala Larrazábal, ordenó cavar una enorme fosa de 20 m de profundidad para enterrar a los fang ahorcados en Mikomeseng, algunos aún vivos, era un correctivo por negarse a trabajar gratis en las “prestaciones” que estipulaba el gobierno español en la colonia. Claro que los “boys” fang, como los ozumu de Ebibiyín muertos a golpes para ahorrar munición o arrojados al Río Wele eran, como somos todos los colonizados, culpables de indolencia, vagancia y aplatanamiento. Por ello, no cabe la menor duda de que eran acciones “éticamente irreprochables”.
Cuando en 1936 los militares españoles se reúnen en el tinerfeño Monte de Las Raíces para planificar su golpe de estado, y luego “suicidan” el 16 de julio al general Amado Balmes, “suicidio” cronometrado exactamente con la llegada a Gando del avión Dragón Rapide, para que Franco volara a Tetuán a movilizar las tropas coloniales del norte marroquí y apoyara a los Mola, Queipo de Llano, Saliquet, Cabanellas o al Sanjurjo que aclaraba que “esta vez nos sublevamos con Franquito o sin Franquito”, se trataba de “salvar a la Patria” aún a costa de más de un millón de muertos, por lo que era tan “éticamente irreprochable” que hasta la Iglesia la denominó como “Cruzada”.
Cuando en esta colonia, que no fue frente en la incivil Guerra de España, los tribunales de la Capitanía General de Canarias que ostentaba el benemérito y llorado asesino, el General Dolla, condenaban a muerte a cientos de canarios reos de ser rojos, comunistas, masones o separatistas, y las cívicas y criollas Brigadas del Amanecer terminaban la limpieza “desapareciendo” al resto de los incívicos defensores de la legalidad republicana, eso era parte de los deseos divinos para la gloria de la imperial España y, por lo mismo, “éticamente irreprochable”.Cuando en agosto de 1942 el Capitán General de Canarias, General Serrador –el del Puente-, firma la sentencia de muerte solicitada por el Fiscal Militar, Miguel Zerolo Fuentes, contra los desgraciados paisanos Manuel Febles y Emiliano Gutiérrez por intentar, frustradamente, asaltar armados con un martillo en La Laguna al gerente del Cine Parque Victoria y los fusilan en el Barranco del Hierro –últimos paisanos fusilados por el Ejército Español en Canarias- se trata de reprimir el hambre a tiros y eso, desde la óptica del fascismo, es algo “éticamente irreprochable”.
Cuando el pasado 24 de octubre, miles de canarios se manifiestan por la descolonización e independencia de Canarias en las calles de La Laguna, armados de peligrosas banderas ondeantes tricolores y de verdes estrellas, el General Jefe del Mando de Canarias -figura que sustituye a los antiguos Capitanes Generales- el General Vega Alba, en pura coherencia lógica con la historia anterior, califica al acto y al debate sobre la descolonización de Canarias como “éticamente reprobable”. Desde luego que somos “éticamente reprobables”. No hemos entrado a caballo en las Cortes Españolas como el General Pavía, ni hemos entrado al tiro limpio en el Parlamento como el Tte. Coronel Tejero, ni hemos sacado tanques a la calle como el General Milán del Bosch. Ni siquiera hemos amenazado con que la Corona, con el apoyo del Ejército, impida que “España se rompe” como solicitó el Teniente General José Mena al Consejo Supremo el Ejército Español el 26 de octubre de 2005....y siguió más de tres meses al mando de los 30.000 soldados de la Fuerza Terrestre española, hasta que por reiteración de llamamiento a la sedición, y dado que el caso era “éticamente irreprochable”se le condenó solo a ocho días de arresto domiciliario y se le pasó a la reserva.
El General Vega Alba, ilustre continuador de una historia militar española ya muy larga, actúa en esta colonia de la forma, por supuesto, “éticamente irreprochable” que le enseña esa historia. ¡Gloria y Honor a la unidad de la hispana patria!
*Francisco Javier González.
FUENTE: Nación Canaria.
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