Cuento esto porque el barrio fue mi auténtica universidad y, para la mayoría de mis vecinos fue la única universidad. Porque sólo unos poquitos terminamos una carrera académica. La mayoría abandonaba los estudios en el instituto (cuando llegaban), y luego a buscarse la vida en las profesiones peor pagadas. Bueno, en el caso del periodismo es perfectamente compatible acabar una carrera y estar en la profesión peor pagada. Una de las primeras cosas que se aprende en la universidad-barrio es a llamar a las cosas por su nombre. El lenguaje políticamente correcto no existe. Por eso no nos andábamos con rodeos para describir al personal. Existían los que considerábamos “buena gente” y los que eran unos auténticos hijo putas.
Hasta ayer no me hubiera atrevido a traer el lenguaje de mi barrio a esta columna. No quería caer en la vulgaridad, en ser considerado un ordinario o, paradójicamente, un barriobajero. Pero ayer leí el doctor en Fisiología por la Universidad de Buenos Aires, Marcelino Cereijido, acaba de publicar un libro titulado “Hacía una teoría general de los hijos de puta”. Cereijido es profesor emérito del Centro de Investigaciones y Estudios Avanzados del Instituto Politécnico Nacional (IPN) en Ciudad de México, estudió en Harvard y ha investigado en las universidades de Munich (Alemania) y Nueva York (EEUU). Además fue reconocido con el Premio Nacional de Ciencias y Artes en México (1995) y el Internacional de Ciencias Bernardo A. Houssay (1993), que otorga la Organización de Estados Americanos (OEA).
Y si una eminencia escribe un ensayo sobre los hijos de puta, por qué no voy a escribir yo una columna dedicada a esos seres que uno se ha encontrado por la vida desde pequeño. Cuenta el profesor Cereijido que “Si usted abre el diario, cualquier día, en cualquier página, se da cuenta cuánto sufre el ser humano por causa de la hijoputez. Comparado con ella el Alzheimer, la lepra, el cáncer son un juego de niños”. El profesor destacó que el término hijoputa no distingue de clases sociales, se refiere a la maldad de la gente y se utiliza en diferentes culturas e idiomas.
Podemos emplear ese término contra un violador y contra un millonario. Y me acordé enseguida de un señor que podría ser las dos cosas, el exgerente del Fondo Monetario Internacional. Dice el profesor argentino (creo que refiriéndose a ese personaje): “Lo que gana esa gente (los magnates) haría que muchísima gente no se muera de hambre. Para mí ese señor puede no violar a nadie sexualmente, pero es un hijo de puta”, aseguró Cereijido.
¡Vaya, por fin un académico con muchos reconocimientos le da valor científico a algo que un servidor pensaba pero no quería expresar públicamente! Quiero que sepan que considero que Strauss-Khan es un auténtico hijo de puta. Sea verdad o sea un cuento que violó a una camarera en Nueva York. Sea realidad o sea un montaje que también hace años violó a una periodista francesa.
Me daban ganas de vomitar los cientos de artículos periodísticos que estas últimas semanas se escribieron en todo el mundo sobre el juicio paralelo al exgerente del FMI, sobre su imagen esposado (pobrecito mío) ante la policía, o sobre el verdugo convertido en víctima. Miren ustedes, el hijo puta de Strauss-Khan no es un presunto. Es autor y cómplice de las mayores maldades que se han hecho al pueblo griego, al pueblo portugués y al pueblo de Irlanda.
Los planes de ajuste del FMI que ahora se hacen en Europa y que antes aplicaron en países africanos, asiáticos y latinoamericanos no son producto de ninguna teoría académica. El premio Nobel de Economía 2001, Joseph Stiglitz describe la auténtica filosofía de esos planes. En su libro El malestar de la globalización, Stiglitz demuestra que los planes de FMI que se aplicaron a muchos países africanos no se hacían teniendo en cuenta la situación de esos países. Al contrario, muchas veces copiaban literalmente los planes de unos estados a otros. Según Stiglitz (que fue Vicepresidente y economista jefe del Banco Mundial) los autores de esos planes son fundamentalistas del mercado, responden a la ideología neoliberal y por tanto defienden los intereses económicos de unos pocos en contra de los intereses generales.
El mismo día que el profesor Marcelino Cereijido presentaba su ensayo “Hacia una teoría general de los hijos de puta” presentaba su ensayo en México, en Estados Unidos se presentaba la nueva directora generente del fondo monetario internacional. Christine Lagarde sustuirá a su compatriota tras la denuncia por violación contra Strauss-Khan. El primer objetivo del Banco Mundial (hermano gemelo del FMI) es la lucha contra la pobreza. La primera medida de Lagarde ha sido subirse el sueldo y cobrar a partir de ahora un 11% más que su antecesor. Cobrará 381.397 euros netos, más gastos de representación. Lagarde ha tenido que firmar una cláusula que no tenía el contrato de su antecesor: su comportamiento deberá responder a estándares de conducta, ética y discreción. En otras palabras, no podrá violar a camareros ni camareras de hoteles. Pero, como se puede comprobar con su primera decisión de subirse el sueldo, esa cláusula no le impedirá dirigir el FMI con los mismos criterios que se ha llevado hasta ahora, con los mismos planes de ajustes contra la gente que peor lo pasa, con la misma ideología de Emilio Botín, de los rectores de agencias como Moody’s, de los que se están haciendo millonarios a costa del empobrecimiento de las mayorías sociales, de los tiburones económicos y sus subalternos políticos que respaldan esos planes. Aplicando el ensayo del profesor Cerejeido, para mantenerse en el cargo la nueva gerente del FMI deberá seguir siendo una hija de puta, como su antecesor.
PD: Me comentan varias amigas después de publicado el artículo que la expresión “hijo de puta” es misógina, que sería bueno llamarlos con nombres que no aludan a madres o profesiones. Se trata de otro debate, pero estas amigas me dejaron con nuevas dudas.
*Juan García Luján ("Somos Nadie")
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