Dadda Wanche |
ES una de las caras del movimiento de los "indignados". A Carlos Guilarte, conocido como Dadda Wanche, no le gusta la “etiqueta mediática” del 15-M, porque “reduce a una anécdota lo que es un estallido contra las injusticias sociales”...
En los últimos cinco años, se ha dedicado a multitud de labores. Ha trabajado como asistente sociosanitario con disminuidos psíquicos, como mediador intercultural, como guía turístico y conductor de bicitaxis, como camarero, como pintor…
En muchos de los trabajos que tuvo en Barcelona coincidió con compañeros de universidad que habían acabado Sociología o Política. Él estudió Ciencias Políticas y de la Administración (le quedó un curso) y luego comenzó Educación Social a distancia. Ahora está en el paro.
Regresó a Tenerife en marzo. “Nada más volver surgió lo del 15 de mayo”, recuerda. “Tenía conocidos en la movida y me fui involucrando, hasta que empezó la acampada”.
En estos momentos, la protesta funciona “a nivel de los grupos de trabajo que generó la asamblea”. Para explicar este fenómeno, Carlos retrocede hasta finales de los noventa y principios del 2000, con las movilizaciones de Seatle, del G-8, en Bruselas cuando la Constitución europea, el Foro Social Mundial de Porto Alegre y el Foro Social Europeo de Florencia, por ejemplo. “Todas estas iniciativas dieron lugar a un tipo de acciones que sustituían a los movimientos sociales tradicionales, que eran el obrero, el antimilitarista, el ecologista y el feminista. Estaban en esa especie de tránsito entre lo que habían sido las luchas de los años setenta-ochenta hacia un periodo en el que parecía que, con la caída del muro de Berlín, el capitalismo ya no tenía ningún tipo de opositor”. En ese trauma, añade, “florecieron nuevas expresiones de descontento”.
Esta de ahora “aglutina a militantes de la vieja escuela, a gente que viene luchando contra las injusticias sociales y la exclusión social, ciudadanos que se añaden a esta indignación que supone ver que gente con carrera terminada, con doctorados y con carreras profesionales se ven en la estacada”.
Carlos Guilarte resalta que en Canarias “se están viendo situaciones que aquí no eran muy comunes y que, sin embargo, han estado existiendo siempre bajo esa aparente realidad de paz social que nos han querido vender”. En realidad, argumenta, “hay muchos problemas que crecen como setas en el ambiente propicio”.
Su modelo de sociedad es el de “esas naciones o pueblos milenarios que siempre han subsistido pese a ocupaciones, abusos y opresiones”.
Él es contrario al juego electoral. “Personalmente, no me meto en ese rollo, porque no quiero formar parte de algo que deberíamos cambiar radicalmente”.
Carlos votó por única vez al cumplir 18 años. “Lo hice por novelería”, confiesa. A partir de ahí, siempre ha sido abstencionista. “Tenía bastante inmadurez política. Comprobé de primera mano que nada iba a cambiar con mi voto”. Luego se vinculó a grupos de activismo social bastante radicales. “Entendí que la acción del individuo en sociedad ha de pasar por la participación directa: que te aíslen o te limiten tu participación social a un voto en una urna cada cuatro años me parece un recorte de libertades”.
Más que un derecho, piensa que es “una justificación para mantenernos en una situación extremadamente crítica”.
En este escenario, Carlos propugna un “voto nulo masivo” o, en su defecto, entregar el sufragio a partidos minoritarios.
*Domingo Negrín Moreno (D/A)
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