lunes, 17 de enero de 2011

El Magreb: del Integrismo a los movimientos sociales*

Hasta hace sólo un mes Túnez era uno de esos países que las instituciones económicas internacionales consideraban un país estable. Donde el turismo, español, francés, alemán, e italiano, viaja por cuatro euros (es el destino más barato de África) a esos hoteles de pulserita en mano que, milagrosamente, da derecho a todo, como no también a sentirte más rico, más poderoso que los que te sirven. Permitiéndote pasar el día tostándote en una piscina, en hermosas playas privadas, que por supuesto los tunecinos sólo veían de lejos...




Solo de vez en cuando, una excursión organizada que lo recorre todo, el anfiteatro romano de Jem, el lago salado, los oasis de desierto y de montaña, Matmata, la capital del pueblo bereber tunecino, incluyendo en el precio el derecho a entrar en sus casas, fotografiar su intimidad, manosear sus cacharros y sus fotos de familia, y todo ello en un clima de seguridad, donde el acoso a turistas por pedigüeños o mal intencionados carteristas casi no existía. En definitiva el paraíso con el que todo europeo sueña, eso sí a precios asequibles para casi todos los bolsillos. En los últimos diez años Túnez ha sido el Caribe de la clase media baja europea.

Pero tras esos inmensos hoteles, tras las flotas de 4x4, tras el hábitat de cuevas de los bereberes ¿Qué se escondía?; Un país y un pueblo desconocido para casi todo el mundo. Túnez es un país originalmente habitado por población amazigh, que a lo largo de su historia ha sufrido numerosas invasiones y cuyo territorio y recursos han estado, desde siempre al servicio de Europa. Sólo por pequeños espacios de tiempo fue contralado por sus legítimos propietarios, las poblaciones bereberes y beduinas.

Desde mediados del siglo XIX los franceses contemplaban la posibilidad de colonizar Túnez, finalmente, en mayo de 1881 declaran un protectorado sobre el mismo, no oponiéndose, a cambio, a la ocupación británica de Chipre. Aunque, desde 1934, el partido Nueva Democracia dirigido por Habib Bourguiba, había comenzado la lucha por la independencia, durante la II Guerra Mundial Túnez fue una de las colonias francesas leales al régimen pro-alemán de Vichy, tropas alemanas se instalaron en su territorio y jóvenes tunecinos lucharon en su ejército.

El 1957, Túnez accede a la independencia como una monarquía constitucional que un año después fue derrotada para convertirse en una republica con Bourguiba como primer presidente de la misma. A pesar de lo cual Francia permaneció con presencia militar en el país hasta 1963, en concreto en la base naval de Bizerta, que finalmente, se vio obligada a abandonar tras varios meses de enfrentamientos y bloqueo tunecino de sus accesos. Habib Bourguiba gobernó el país, en el primer periodo en alianza con el Partido Socialista, hasta 1987, fecha en la que Abidine Ben Ali, dio un golpe de estado haciéndose con el poder.

El mandato de Burguiba, sobre todo en su primer periodo, ha constituido, hasta el momento, el periodo más floreciente y progresista de la vida tunecina. Es el primer país árabe que reconoce constitucionalmente la igualdad entre los sexos, realiza una planificación económica que combina los distintos sectores productivos e intenta avanzar en la mejora de las condiciones de vida de su pueblo, caracterizándose, además por su solidaridad con otros pueblos, fue un incansable anfitrión de los combatientes de la Organización para la Liberación de Palestina desde de su salida impuesta del Líbano después israelí en 1982. Ben Alí,en cambio, ha sido un dictador que supo disfrazar su dictadura de ropajes democráticos, a través de procesos electorales que invariablemente ganaba, con la evidente complicidad de la Unión Europea y EE.UU.

A partir del año 2001 Túnez comienza un periodo de apertura al neoliberalismo sin precedentes, creó una zona de libre comercio con Marruecos, Egipto y Jordania; firmó acuerdos con la Unión Europea para el control de la emigración clandestina y se permitió la inversión de las multinacionales del turismo, potenciando un modelo de desarrollo en el sector, exactamente igual al de Canarias, destrucción del entorno, cemento y grandes hoteles, tours operadores internacionales y pobreza generaliza del pueblo. La estricta aplicación del régimen neoliberal, endurecimiento del mercado laboral, la privatización de los servicios públicos, la venta de tierras comunales a inversionistas extranjeros, la exención fiscal de las inversiones extranjeras, son los elementos esenciales que contribuyeron al reconocimiento del Fondo Monetario Internacional (F.M.I.) como un país estable y que crecía adecuadamente, mientras el presidente y su familia se enriquecían ilegalmente.

Nada importaron a estas instituciones internacionales las denuncias de las organizaciones de derechos humanos, comenzando por la Asociación Tunecina de Derechos Humanos y Amnistía Internacional, acerca de la represión brutal que sufría el pueblo tunecino y de la crueldad del régimen de Ben Alí.

El pasado 17 de diciembre el rumbo de la historia contemporánea de Túnez cambió, y con él, el de todo el Magreb. Mohamed Bouazizi, era un joven corriente, como tanto otros jóvenes tunecinos, sin empleo (el 35% de la población activa), había estudiado ingeniería informática y vivía en una pequeña y blanca ciudad, Sidi Bou Zid, a sus 26 años, se veía obligado a realizar venta ambulante de verduras; esos vendedores ambulantes que tanto molestan a los turistas europeos. El 17 de diciembre su mercancía fue decomisada por la policía y Mohemed se prendió fuego como su particular forma de protesta, lo que nunca sabrá es que su llama prendió fuego a todo Túnez.

Desde ese momento la movilización creciente y permanente de los y las estudiantes, trabajadores y trabajadoras, campesinos y campesinas, que recibían la también permanente represión policial, desembocan, finalmente, en la caída del dictador. Dice Hedi Attia en su artículo “Un jazmín revolucionario”, que las reivindicaciones del pueblo tunecino caben en una consigna “trabajo, dignidad, libertad”.

Esa síntesis, esa consigna “trabajo, dignidad, libertad”, es el fantasma que hoy recorre el Magreb. Lo que ha sucedido en Túnez, no es ajeno a las movilizaciones populares de Argelia contra la carestía de los productos básicos ( leche, azúcar, harina..) y las malas condiciones de vida, en un país donde el gas y el petróleo producen inmensos beneficios; no lo es tampoco el movimiento iniciado en Er Rachidia, al sur de Marruecos, y en Alhoceima, al norte, por la mejora de las condiciones de vida, y, por, supuesto al movimiento de chabolistas de Casablanca que lleva varios meses permanentemente movilizado, con la colaboración de la Asociación Marroquí de Derechos Humanos y militantes del Partido Vía Democrática, así como la movilización continuada de la Asociación de Diplomados en Paro de Marruecos. Todo ello parece dibujar un horizonte de transformación en el Magreb.

Los movimientos integristas surgidos en los países del norte de África en los años 90, nacidos precisamente, al calor de los núcleos de chabolas, de las malas condiciones de vida, de las huelgas del pan, parecen haber dado paso a otras formas de conciencia y de lucha, la organización de los movimientos sociales. Bajo la aparente espontaneidad de todos estos levantamientos subsisten militantes de asociaciones de estudiantes, de derechos humanos, de desarrollo, vecinales, de desempleados, de mujeres, un calidoscopio de movimientos sociales como nunca antes había existido en la zona y, evidentemente, un trabajo largo, continuado en el tiempo y con inmensas dosis de sacrificio a causa de las brutales represiones de la que son objeto las poblaciones de estos países.

Las inmensas similitudes entre estos procesos y los producidos en América, especialmente en Venezuela, Bolivia y Ecuador, abren una nueva luz de esperanza para el mundo. Los focos de resistencia al neoliberalismo se extienden, entre los dos polos del Sur: África-América Latina, y constituyen la mejor lección para quienes nos preguntamos por dónde caminar en una época donde parece que sólo nos queda la posibilidad de resistir o rendirnos. Túnez, hoy, nos grita, arrastrando la pesada carga de más de cien muertos víctimas de la represión en sólo un mes, que NO, que también es posible avanzar y ganar, sólo hay que luchar.

*Lucy Rodríguez Gangura.

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