El chiste ya era público incluso bastante antes de que su acólito Carrero Blanco subiera al cielo con parada intermedia para dejar el coche en un alero conventual. Relataba un hipotético Consejo de Ministros del democrático régimen, presidido por Carrero como sucesor in pectore, el mismo día de la muerte del Generalísimo y tenía como punto clave del Orden del Día la elección del lugar donde lo enterrarían. Acalorados debates se cruzaban con distintas propuestas, incluyendo la de embalsamarlo y construirle un gigantesco mausoleo donde cupiera tan insigne personaje, rechazado por el costo que supondría. En un momento determinado se oye un ¡Eureka! Lanzado por Carrero que lanza una audaz idea: “Tanto ha hecho Franco por la Iglesia de Cristo que lo debemos enterrar en Jerusalén”. Propuesta rechazada porque Martín Artajo exclamó ¡Ni hablar, que de repente nos resucita a los tres días! Deo gratias parecía ser solo un chiste, pero en realidad se trataba de una profecía o, al menos, de una premonición, que los píos ministros organodemocráticos no tenían, que se sepa, el don de la profecía.
Francisco Paulino (¿de que me suena “Paulino”?) Hermenegildo Teódulo Franco elevó su incólume alma al cielo antes de clarear el día 20 de noviembre de 1975 pero no tardó ni los tres días del chiste en resucitar. Lo hizo a los dos días, el 22, en las Cortes del Reino de España entre las abundantes lágrimas de un simiesco orejudo que respondía al nombre de Arias Navarro cuando el preclaro Juan Carlos Borbón, nato en humilde cuna del exilio, asciende a la sinecura del hispano trono por haber sido nombrado como “sucesor a título de Rey” por el supuestamente muerto benefactor militar desde el 22 de julio de 1969, en base a la Ley de Sucesión de 1947 que especificaba en su art. 2 que “la jefatura del Estado corresponde al Caudillo de España y de la Cruzada, Generalísimo de los Ejércitos, don Francisco Franco Bahamonde” a quién correspondía también la ardua labor de nombrar un sucesor que continuara su benemérita labor en pro de una humanidad libre del azote marxista de cualquier laya. Desde entonces su espíritu habitó entre nosotros y aquí sigue. Lo que se llevaron al Valle de Cuelgamuros –después de Cuelgamuertos y hoy de los Caídos- es solo la carcasa mortal que lo envolvía.
Lo que ha sido inevitable es que aquel espíritu heroico, forjado en la caridad y el amor al prójimo que tenían los generales africanistas de la Cruzada como Mola, Queipo, Sanjurjo, Dolla –que dejó indeleble impronta en Canarias- o el propio Franco, labrado en su inicio en la pacífica y enriquecedora convivencia intercultural con las Kábilas rifeñas que hacía que los “Abd el Krim boys” perdieran literalmente la cabeza, y forjado luego en los campos de batalla españoles, no se pudiera heredar en su integridad. (Por cierto, no sabía si borrar de esta exégesis a Queipo que llamaba al llorado Generalísimo “Paco la Culona”, pero lo he dejado porque seguro que era una muestra del cariño y respeto que le profesaban sus conmilitones). A nuestro héroe nunca le tembló el pulso para acabar con la cizaña bolchevique. Solo dos meses antes de elevar su alma al cielo de los mártires, Madrid, Barcelona y Burgos fueron testigos de los últimos 5 fusilamientos firmados por su benemérita mano derecha mientras la izquierda, la mano del diablo, asía con fuerza la momificada de Santa Teresa para santificar el acto. Seguía fielmente los consejos de su confesor Fray Albino, émulo de su antecesor dominico Fray Tomás de Torquemada –que en el cielo esté, que muchos herejes quemó para alcanzarlo- al que tuvimos la inmensa suerte de tener por obispo de Aguere en estas asirocadas tierras africanas y hasta dejó nombre a una plaza como recuerdo. El gran Fray Albino, que en su ejemplar obra “Mina de oro para enfermos y atribulados” (Imprenta Católica. S/C Tfe. 1941) nos decía “los rojos no sabían morir por su falta de heroísmo. Sin embargo algunos consiguieron ser fusilados cristianamente ya que con motivo de los fusilamientos que la justicia de Franco tuvo que hacer con los criminales rojos, en privado, un 60% de los que iban al paredón se confortaban, pero en público eran menos del 10%” y es que los rojos, aparte de esa lacra ideológica, eran cobardes e hipócritas hasta para morir pero Franco tuvo el valor de hacerlos fusilar y desaparecer por cientos de miles en todo el Estado que Dios confió a su guarda y custodia. El insigne Fray Albino González y Menéndez-Reigada tuvo también el honor de ser el autor del “Catecismo Patriótico Español” (Salamanca 1939) que estuvo de texto obligatorio hasta el año 1949 en plan preguntas-respuestas como los posteriores de los Padres Ripalda y Astete, y que a la pregunta ¿Cuáles son los siete enemigos de España?, respondía “El liberalismo, la democracia, el judaísmo, la masonería, el capitalismo, el marxismo y el separatismo” mientras que definía a Franco como “El Caudillo, hombre providencial, puesto por Dios para levantar a España y luchar contra el bolchevismo internacional y la antipatria”, y eso fue lo que hizo durante los largos años de su eximia democracia orgánica.
Tal parece que hoy los rojos y separatistas –los masones no, que ni siquiera han podido reparar su cuasi ruinoso templo de la Logia Añaza 270 en Santa Cruz- intentan vilipendiar la memoria de aquel gigante español y romper su sacrosanta herencia, pero se equivocan de medio a medio. El Caudillo lo dejó todo “atado y bien atado” y, si por un casual, pareciera en algún momento que vicios perniciosos como la democracia, el marxismo o los homosexuales que ahora se llaman con el nombre agringado de “gays” asomaran su patita blanqueada, quedan españoles serios, honestos y cristianos caballeros castellanos como Aznar, valerosos gallegos como Fraga y Rajoy, incorruptibles valencianos como Camps Ortiz y hasta heroínas émulas de la sin par Agustina de Aragón como Esperanza Aguirre para mantener enhiesto el pendón, contando con la asistencia espiritual de señeras voces eclesiales que aseguran la continuidad de Occidente como las de Rouco Varela y su Conferencia Episcopal. Ya los españoles de bien y amantes de la patria están acostumbrados a estas insidias calumniosas desde los tiempos en que, inspirada por la pérfida Albión, se tejió la Leyenda Negra ayudada por algunos españoles espurios y medio herejes, como el tal Fray Bartolomé de las Casas con su “Brevísima relación de la destrucción de África” que algún resentido historiador subtituló como “Preludio de la destrucción de Indias y Primera defensa de guanches y negros contra su esclavitud” y su posterior “Brevísima relación de la destrucción de Indias” sin pensar que guanches, negros e indios necesitaban mortificar sus cuerpos paganos, impíos y salvajes para salvar sus almas. Eso sigue pasando hoy y con idénticos argumentos insidiosos, como los del juez Garzón que contabiliza como si fueran españoles cristianos y honrados a los 143.353 rojillos certificados que nuestro excelso Caudillo tuvo que repartir por fosas comunes, cunetas y monturrios para salvar a la Patria Eterna y no se si están contados ahí, por quedar muy lejos, el par de miles de canarios a los que hubo que apotalar, desriscar, o desaparecer por la misma cristianísima causa.
Que nadie se preocupe por coñadas como la denominada “Memoria Histórica” y la carajera que han querido montar a su alrededor. El espíritu del Caudillo sigue vivo en manos de los verdaderos cultivadores de la Ciencia Histórica, que veneran a Clío como musa inspiradora, como el insigne Pío Moa y el no menos insigne Gonzalo Anes, presidente de la provecta Real Academia de la Historia nacida con Felipe V, que consigue, usando un cierto deje tejano, en la visita en 1998 a la docta institución como invitado, del Presidente Constitucional J.M. Aznar, el encargo de la monumental obra en 25 tomos del “Diccionario Biográfico Español” para la que la entonces Ministra de Cultura, Esperanza Aguirre destinó 100 millones de pesetas anuales durante 8 años para su confección, supervisada por Comisiones de Académicos –todos Ilustres, por supuesto- coordinada por el también Ilustre Académico, Quintín Aldea. Al final solo nos ha costado a los contribuyentes unos 6,4 millones de euros o, en las pesetas rubias aquellas con la apolínea y marcial cara del Caudillo, unos 1.025 millones . Una miseria para lo que aporta a la civilización occidental y a la imperial Historia de la España Una Grande y Libre.
El agradecimiento al Sr. Aznar por su fidelidad ideológica lo expresa en su correspondiente entrada biográfica –por supuesto que inacabada, que al mentor del PP le quedan muchas glorias que cosechar- el académico Manuel Jesús González y González que explica como la vesania socialera a raíz de 11M madrileño y del piche del “Prestige” le hacen perder las elecciones. El mismo académico se encarga también del panegírico de Esperanza Aguirre, la heroína de Bombay y mujer de acero que aguanta estoicamente incluso accidentes de helicóptero junto a su amado jefe de filas, pero la cúspide de la Ciencia Histórica la pone el historiador Luis Suárez Fernández, Presidente de la Hermandad del Valle de los Caídos y miembro conspicuo de la Fundación Francisco Franco, con los encendidos –y, por supuesto, merecidos- elogios a la gigantesca figura histórica del Caudillo que me resisto a transcribir porque todos conocemos la sobriedad castrense -mitad monje, mitad soldado- del personaje historiado. También hay que alabar el acierto de poner al rojillo canario –ambas cuestiones bastan para descalificarlo- Juan Negrín como dictador comunistoide. ¡Así hay que hacer historia y no como los falsarios tipo Julián Casanova, Sánchez Juliá, Ángel Viña, Josep Fontana o el británico –y por ende sospechoso- Paul Preston! Estos, en vez de a Clío, tienen como musa a Talía que, como todo el mundo sabe, es actriz teatrera y, por ello, mentirosa.
Yo he decidido que, en mi próxima visita a España, me pasaré por la Basílica del Valle de los Caídos con una aleluya en que se vea, por una cara, a San Monseñor Escrivá de Balaguer y, por la otra, al Generalísimo, y le pediré al Prior de la Abadía Benedictina de la Basílica del Valle de los Caídos - que se honra en declarar que está sufriendo hoy la “misma persecución que la que sufrieron los religiosos polacos durante el comunismo y los beatos españoles durante la persecución de odio a la fe en España de 1934 a 1939” – que me la bendiga para elevarle mis plegarias por un próximo triunfo del caudal relicto que nos dejó Franco reencarnado en el PP.
*Francisco Javier González.
P.S.: He ido al Banco a solicitar un mísero préstamo de los 3.500 euros de nada que cuesta el famoso Diccionario Biográfico Español para pagarlo en 60 mensualidades y me lo han negado con la peregrina y fementida excusa de que en el próximo gobierno de Rajoy me pueden bajar -aún más- mi pensión de profesor jubilado y, aunque me embargaran el bien adquirido, su valor intrínseco no cubriría ni una mensualidad.
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