Es innegable que el nacionalismo revolucionario lleva tiempo atravesando una etapa de reflujo ideológico y organizativo en el prolongado camino, muchas veces sinuoso, que ha llevado a Canarias y a los canarios desde la colonización y esclavitud, impuestas tras un siglo entero de cruenta guerra de conquista española, hasta el día de hoy, con un régimen pseudoautonómico dentro del marco del Estado Español, y que nos llevará mañana a constituir un Estado soberano, camino que viene marcado por puntos de inflexión, irreversibles, que constituyen etapas sucesivas del proceso de toma de conciencia de la necesidad de nuestra autoliberación y construcción nacional.
Hace años, en un debate en Gran Canaria, un asistente –Antonio Quintero- opinaba que la historia del nacionalismo canario nació cuando un guanche le tumbó, por primera vez, los dientes a un invasor de una pedrada, pero, aunque nuestra historia está repleta de episodios de este tipo y cuajada de motines y alzamientos, desde la Rebelión de Los Gomeros, la sublevación del Mencey Ichasagua o los Pleitos de la Aldea de Artevirgo, hasta la misma Guerra de España, han sido más bien las actitudes estrictamente políticas las que marcan los puntos sin retorno en que se cimenta el moderno nacionalismo canario. Los albores de este nacionalismo de hoy hay que buscarlos en el pensamiento más progresista del XIX, en el entorno de los diputados doceañistas en las Cortes gaditanas, cuando en La Laguna el mahorero Agustín Peraza Bethencourt exhorta al Cabildo a sublevarse contra la metrópoli y se detiene a Fernando Llarena Franchy por una "conspiración separatista" en la que, entre otros, se involucra a Key Muñoz. La continuidad está en el “nacionalismo literario” alrededor de la Imprenta Isleña, fundada por D. Pedro Ramírez en 1840, la revista “La Aurora”, el semanario “El Guanche”, la “Revista de Canarias” y la larga nómina de escritores e intelectuales que se movieron a su alrededor. La formulación política concreta de este nacionalismo ascendente se la va a dar Secundino Delgado desde “El Guanche” caraqueño y con la fundación, en el entorno de las primeras organizaciones sociales y el inicio de la prensa obrera, del Partido Popular Autonomista en el interior de la patria. La bandera heptaestrellada que, años más tarde, se iza en el Ateneo de Aguere va ser recogida, desde La Habana, por los colaboradores de Secundino: Cabrera Díaz, Gómez Wangüemert, Guerra Zerpa…..con la fundación del PNC hace ahora 84 años. Esta formulación política se reafirma en el Pacto del FUR, Frente Único Revolucionario, en la Canarias de la de la Segunda República española con la más que probable inspiración –según su hermana Blanca- de Guillermo Ascanio, y, aunque el paroxismo franquista -que asesinó a Ascanio y a muchos otros luchadores canarios- marcó luego un sangriento paréntesis, rebrotó con fuerza en el MCL, el MPAIAC, el PTC, PRAIC, PCC(p), FREPIC, PCU....y sus correspondientes correlatos en los campos sindical, cultural y social; abriendo una nueva etapa de nuestra historia reciente.
En los últimos años, en los que se inicia el reflujo, se produce un nuevo fenómeno con escasos referentes anteriores. Junto a una progresiva atomización de las organizaciones nacionalistas -en la que intervienen por igual causas endógenas y exógenas, contando, eso sí, con la permanente ayuda de la larga mano de la administración metropolitana- los residuos de la derecha españolista y proestatal del franquismo, con el apoyo interesado de una buena parte de las burguesías isleñas que ya habían sido socios privilegiados y sostenedores de la dictadura, se reconvierten, desde un insularismo desaforado inicial a un regionalismo que, tratando de aprovechar un terreno ya sorribado, abonado, y sembrado por los nacionalistas, se reviste de un ropaje pseudonacionalista. Nacen así las AIC, modelo alrededor del que se va a vertebrar la CC para disputar el poder regional a las opciones estatales predominantes. A la operación se suman formaciones borrosamente autodeterministas como AM, excrecencias del carrillismo mezcladas con cristianos autogestionarios como ICAN, y partidos con historia y militancia nacionalista, pero ambiguos socialmente, con erráticos planteamientos tácticos, y con un único objeto cifrado en las migajas de poder que el conjunto les permita, como el PNC. Los innegables éxitos electorales de CC y el encastillamiento en posiciones maximalistas, el indeterminismo ideológico y las batallas personales del disgregado nacionalismo real, cuyos elementos más marginales han sido succionados por la coalición, han conducido a una situación en que, falseando los conceptos, CC pasa por ser representante y referente justamente de aquello que ni es ni quiere ser: nacionalista.
Por su propio origen y por su desarrollo posterior CC, con una ingente capacidad para aglutinar los más diversos intereses particulares con el disfraz de colectivos, capaz de convertir episodios vergonzosos de rapiña como lo sucedido en Tahodio y Las Teresitas en arma electoral presentándolos como supuestos "ataques al pueblo de Santa Cruz", mutar la destrucción del medio ambiente en “progreso” o el dinamitado de nuestra identidad como Tindaya en “cultura” es, hoy por hoy, el baluarte más importante para el mantenimiento del modelo neocolonial que Canarias tiene dentro del Estado Español y, subsidiariamente, dentro de la UE, lo que la convierte, de facto, en el obstáculo más importante para el desarrollo del nacionalismo. De aquí que cualquier acuerdo, por nimio que sea, que signifique una potenciación de CC –o de sus hijuelas interesadas como CCN y Nueva Canaria- es, se quiera o no, una colaboración al mantenimiento de la explotación foránea de nuestra tierra y un retroceso en el camino de la construcción nacional canaria. Es esa también la razón de la oposición de muchos nacionalistas al uso por la coalición pseudonacionalista de la bandera nacional canaria o la manipulación interesada y mixtificadora de reivindicaciones históricas como la Ley de Residencia, vaciándola de sentido y dirigiéndola contra la inmigración más desamparada y desesperada, al tiempo que protege y fomenta la neocolonización hispana y europea, o proponiendo modificaciones en el "Estatuto de Dependencia" -nombre real del que ellos denominan como "de Autonomía"- que imposibiliten, o al menos dificulten, las salidas políticas hacia la autodeterminación hasta llegar a utilizar, últimamente, la confusa propuesta “independentista/insularista” de “El Día” como arma arrojadiza frente a ese “Madriz”, que no se sabe bien que es cuando se plantea desde posiciones íntimamente ligadas a las del españolismo más reaccionario y clerical del PP adobadas con un flirteo fenicio con el PSOE en el poder estatal.
Los nacionalistas estamos hoy en la obligación de reconstruir nuestras organizaciones políticas y sociales, con un claro objetivo que debemos cifrar en la Independencia y el Socialismo ya que, precisamente nuestra historia reciente y el fenómeno de Coalición Canaria y sus hijuelas debe enseñarnos que solo desde posiciones de clase y revolucionarias podemos avanzar, rebasando el reflujo de estos últimos tiempos. Creo, personalmente, que así será, y que superaremos también esta nueva sinuosidad del camino de la constitución de Canarias como una Nación en pleno uso de sus derechos y que, entre todos, estamos comenzando a marcar un nuevo punto de inflexión en esta lucha liberadora ya secular pero que, indefectiblemente, se acerca a su fin.
En esta construcción de una necesaria izquierda nacional canaria los procesos electorales tienen que jugar un papel dinamizador de propagación ideológica, aún a sabiendas de su intrínseca esterilidad –al menos en este estado de la correlación de fuerzas- teniendo claro que cualquier opción política que se pronuncie claramente por la independencia patria es susceptible de converger en ese objetivo en un futuro no lejano siempre que previamente logremos cohesionar y fortalecer esa izquierda nacional.
No espero celebrar muchos años electorales más sin una izquierda nacional capaz de aprovecharlos para avanzar.
Canarias, mayo 2011. Año electoral y de construcción.
*Francisco Javier González
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