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El pasado 3 de noviembre la Reserva Federal (Fed) estadounidense anunció la compra, en los próximos siete meses, de 600 mil millones de dólares de los propios bonos del Tesoro de EEUU, en una especie de operación de “autocartera”. Ese dinero no existe realmente: se trata de “imprimirlos” virtualmente, poniendo en circulación un volumen aún mayor de la moneda norteamericana...
El pasado 3 de noviembre la Reserva Federal (Fed) estadounidense anunció la compra, en los próximos siete meses, de 600 mil millones de dólares de los propios bonos del Tesoro de EEUU, en una especie de operación de “autocartera”. Ese dinero no existe realmente: se trata de “imprimirlos” virtualmente, poniendo en circulación un volumen aún mayor de la moneda norteamericana...
Cuando se tira de la máquina de hacer billetes, se genera una inmediata devaluación de la moneda, al ajustarse su valor al de la masa de mercancías del país, con la consiguiente inflación. Por ejemplo, de forma inmediata tras el anuncio de la Fed, la moneda norteamericana cayó hasta superar los 1,40 dólares por euro, acumulando un 20% de devaluación en lo que va de año, para disgusto de las potencias europeas que ven dificultadas sus exportaciones a EEUU.
En la práctica, esta iniciativa, que se denomina “expansión cuantitativa” (Quantitative Easing), supondrá que la FED imprimirá 600 mil millones de dólares para adquirir deuda pública, con el objeto de bajar los tipos a largo plazo para que la gente consuma más, y las empresas puedan endeudarse y contratar. Cuando existe mucha demanda de deuda pública, se produce un aumento del precio de los bonos, pero un descenso de la rentabilidad ofrecida, que se mueve de forma inversa al precio.
Pero la Fed y la administración Obama tenían que dar respuesta a la evidencia de que la economía estadounidense se mantiene en el estancamiento, sin visos de recuperación, con el paro registrado en el 10% (no se contabiliza a quienes no tienen derecho a subsidio por desempleo) y el consumo cayendo imparablemente, a pesar del ligero repunte de septiembre.
La Fed ya había reducido la tasa de interés a un día a cerca de cero en diciembre de 2008 y llevaba comprados, con anterioridad al 3 de noviembre, 1,7 billones de dólares en deuda del gobierno y bonos vinculados a hipotecas.
Desde los acuerdos de Bretton Woods tras la Segunda Guerra Mundial, que fijaron el dólar como moneda de reserva mundial, la situación de EEUU como emisor de esa moneda le ha venido permitiendo “exportar” sus debilidades económicas al resto de países del mundo, con el simple truco de imprimir más y más dólares, con valor meramente nominativo, con los que pagaba bienes reales.
Pero ahora, el imperialismo yanqui tiene problemas serios para imponer esa estrategia, al decaer su hegemonía económica, política y militar. Países como Rusia, China, Brasil, India, Francia, Japón, y los productores de petróleo, vienen manteniendo negociaciones para acabar con el dólar como moneda internacional en la compra y venta de crudo, y sustituirlo por una cesta de divisas que incluya el euro, el yuan, el yen y el rublo.
Los expertos calculan que el nivel de deuda estadounidense reconocida estará por encima del 100% del PIB en 2014 (en comparación al 70% de la deuda declarada en 2008). Lo que implica que en cuatro años las tasas de interés se habrán duplicado del 10% del ingreso público total al 20%, al menos.
A estos datos hay que añadir los de la propia Oficina de Administración y Presupuesto de la Casa Blanca, que sitúan el déficit acumulado del gobierno norteamericano sobrepasará en los próximos diez años los 9 billones de dólares. Si, como se sospecha, la deuda real de EEUU superar varias veces la declarada, sería impagable.
Al bajar artificialmente el valor de su desmesurada deuda imprimiento más y más dólares, EEUU no sólo estafa a sus acreedores, sino que consigue enfriar las importaciones de otros países a su territorio y frena la recuperación económica en el resto del mundo, con el incremento del precio de las materias primas, entre ellas el petróleo y, por supuesto, el oro.
Pero, además, las actividades especulativas en torno al dólar aceleran la formación de nuevas burbujas (inmobiliarias y de otro tipo) en los demás países, con el riesgo cada vez mayor de caer en una recesión dentro de la recesión (double dip).
Junto a los billetes sin valor, otro timo puesto también en circulación resulta cada día menos vendible: el de la futura, esperada y nunca realizada “recuperación económica” futura.
La discusión verdadera, como en el G-20 de esta semana en Seúl, es quién se lleva la peor parte. Y la mayoría de los países empiezan a hartarse de tener que comprar los papelitos sin valor estadounidenses.
(*) Teodoro Santana
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