martes, 20 de septiembre de 2011

Sebastián Grisaleña: la astucia de un guirre*


El Presidente de la Confederación Canaria de Empresarios se escandaliza por la recuperación del impuesto sobre bienes patrimoniales

<<Grisaleña reproduce a la perfección la tosca imagen de la burguesía isleña>>
 
SEBASTIÁN Grisaleña, presidente de la Confederación Canaria de Empresarios es, sin duda, un personaje muy peculiar. Diríase que reproduce, como si de una calcomanía se tratara, la tosca imagen de esa burguesía autóctona que ni siquiera supo asumir el papel que la historia de las islas puso en sus manos. Utilizando una batería de argumentos banales y mal hilvanados, más propia de un vendedor de mantas dominguero que pretende colocar su mercancía a viandantes despistados, cada vez que le ponen un micrófono delante el hombre pierde los estribos y desatina. Si le preguntan por tomates, fácilmente se te pone a hablar de lechugas, enhebrando un discurso preñado de inconclusas frases cantinfleras que hacen inútil cualquier esfuerzo que se haga por entenderlo. Sin embargo, como nuestro flamante presidente no tiene ni medida ni prudencia, de vez en cuando entre tanto barrullo críptico se le escapan algunas ideas traducibles, que dan pie a este plumilla de tres al cuarto para ensayar estos ejercicios de jocosidad narrativa...

 



El pasado día 15, entrevistado en una emisora local de Las Palmas, Grisaleña tuvo la oportunidad de despacharse a sus anchas y expresar su sesudo parecer político sobre los temas de actualidad que en estos momentos atribulan su pensamiento. Expresó el hombre la inquietud que le provoca la apuradísima iniciativa que ha tenido Zapatero de restaurar el impuesto sobre bienes patrimoniales. Algo que – según el presidente de la patronal de Las Palmas - es una monstruosa barbaridad que va a terminar por debilitar aún más los pilares sacrosantos de este país que bordea la catástrofe.

El razonamiento del ilustre representante de la burguesía de este lado de las Islas - preciso es reconocerlo- no pudo ser más certero. Si se restaura la fiscalidad sobre el patrimonio de los potentados - reflexionó el prohombre - éstos tienen numerosos procedimientos de ingeniería contable para exportara paraísos fiscales sus capitales o sus mismísimos bienes patrimoniales. De manera que la ocurrencia electorera del presidente del Gobierno va a servir para muy poco. Los ricachones y potendados abrirán sus cuentas en Suiza y convertirán en papel mojado la decisión gubernamental. Precisa, clarividente, sagaz perspicacia del patrón de patrones grancanarios. Siguiendo ese mismo hilo de pensamiento constructivo empresarial se me ocurre a mí que por qué no hacemos extensiva esa amnistía a otro tipo de delitos. ¿Qué sentido tiene aplicar el rigor de un código penal implacable contra asesinos, ladrones, proxenetas y gente de mal vivir, si las leyes no van a impedir que se continúen cometiendo crímenes, robos, violaciones etc., etc., etc.? ¿Por qué -me pregunto yo- no podemos hacer desaparecer las leyes de circulación automovilística, que como aquellas otras que controlan la circulación de capitales cercenan la libertad de los individuos para conducirse como les apetezca por esos mundos de Dios?

Más adelante, con igual agudeza, el cerebral Grisaleña expresó a su entrevistador que la decisión de ZP era demagógica pues - razonó con abrumador sentido común el lumbreras - el día 20 del próximo noviembre la ultraderecha responsable se encargará de volver a poner las cosas en su sitio. Como habrá podido constatarse, este Grisaleña tiene la astucia de un viejo guirre.

*Tonón (Canarias Semanal)

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