viernes, 2 de septiembre de 2011

Cae Libia, crece el imperio*

TARDE llegan las hipócritas invocaciones de Amnistía Internacional para el cese de los actos de represalias entre los bandos contendientes cuando desde hace ya tres meses se amontonan los cadáveres. Cínicos y canallescos resultan los anuncios de la ONU para el envío de una misión de paz que “restaure el orden”. Fácil era predecir y estaba ya escrito el corolario de la ocupación militar de Libia en la que la intervención aliada, a falta de cualquier atisbo de ética, ignora también la estética. Prenden el fuego de la ignominia para luego buscar su botín en los rescoldos de la desolación y el sufrimiento...



La Organización de las Naciones Unidas, timoneada por los yankees y la OTAN, ha diseñado cuidadosamente el plan de desestabilización para acabar con el, otrora amigo, Coronel Gadafi. Y ejecutan la estrategia con un guión detalladamente programado y la creación de las condiciones para arrastrar al país a la guerra fraticida.

Los ingredientes para cocinar este nueva orgía de sangre no son nuevos: La campaña de intoxicación informativa convirtiendo en tirano al mismo que días antes era acogido con honores en las cancillerías europeas de la adúltera democracia; el reparto gratuito de armas a algunos sectores de la población y, el adiestramiento militar in situ a unos centenares de desarrapados para disfrazarles de “cruzados de la libertad”. Las cerca de 8 mil incursiones de los cazabombarderos sin tripulación drones y su infernal lluvia de misiles harían el resto.

Sin aún haber consensuado la composición del nuevo régimen títere, los gobiernos implicados en la invasión, ya se reparten los trozos de esta suculenta tarta de 7 millones de barriles de petróleo diario que produce la Gran Yamahiriya Árabe. ¡Quién te ha visto y quién te ve, Zapatero!

Otro infame acto criminal en nombre de la democracia. Y tras Irak, otro genocidio impune, ahora en el país africano que cuenta con mayor esperanza de vida entre su población y el más alto nivel de desarrollo de sus ciudadanos. Un drama también humanitario para un territorio que hasta la intervención extranjera, mediante la acogida de inmigración, era el bálsamo de la hambruna y la desesperanza africana.

Según parece, a los imperialistas también les irrita el progreso alcanzado por los pueblos fuera de sus dominios. Obama o Bush, Zapatero o Aznar… Qué más da.

*Jaime Bethencourt

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