jueves, 27 de octubre de 2011

Los recortes en la sanidad pública (y III)*


LA sanidad pública padece de una crisis universal. En todos los países se buscan fórmulas para financiar y mejorar esta prestación social básica que otorgan el ordenamiento constitucional y los derechos humanos, y es fruto de las conquistas sociales a lo largo de los años. Porque no se trata de ningún privilegio, sino de un derecho social, y nadie tiene por qué arrebatárselo ni disminuírselo a los ciudadanos. La sociedad envejece y precisará más atención sanitaria. Vivimos más años y hemos vencido a las enfermedades con tecnología y nuevos fármacos y posibilidades. Por tanto, se precisan más ingresos, nadie lo desmiente. Pero, también, mucha mejor gestión y eficiencia en las muchas ineficiencias, que también tenemos, y que hay que resolver. Hay que evitar las duplicidades en servicios, que son muchas y que podrían optimizarse. Pero sin olvidar que la inversión en sanidad pública en nuestro país está por debajo de lo que Estados europeos invierten en nuestro entorno económico. Existen dos puntos menos en el PIB del Estado español en los presupuestos sanitarios, y eso se nota. Por tanto, cuando escuchamos a la actual clase política las grandes inversiones que hacen en sanidad tenemos que hacer conocer este dato tan importante, porque no es cierto todo lo que expresan. No se invierte lo que se debería. Siempre que existe una caída o disminución en los ingresos se aprovecha para cuestionar nuestro modelo sanitario, que, recordemos, es equitativo, con una muy alta calidad, a pesar del menor coste que se emplea.




Porque otros modelos puede que tengan una mayor calidad, como el de EEUU, pero solo la obtienen quienes pueden pagarla. Y nuestro modelo sanitario no podemos perderlo bajo ninguna circunstancia, ya que hemos ido mejorando en eficiencia a lo largo de los últimos años. Cada vez que se produce un recorte en sanidad siempre hay que preguntarse qué se esconde detrás de ello.

Existe un planteamiento ideológico que subyace tras el modelo sanitario. Y hay que echarse a temblar solo con la sospecha del intento de cambio público a otro privatizador, que está siendo impuesto sin sonrojo gobernante. Es la aplicación de las políticas fuertemente neoliberales que quieren imponer en nuestros modelos de vida. Y tenemos ejemplos de este nuevo modelo social y económico, de cómo ha ido ahogando y destruyendo lo conseguido en décadas, en beneficios para los trabajadores y ciudadanos, que las grandes fortunas y los "mercados" imponen. Primero arruinan el planeta, por lo que son premiados con fondos públicos para reflotarlos, y aún siguen con el empeño de destruir lo que queda.

¿Pero no se ha demostrado en esta maldita crisis que lo público es lo que ha ido salvándola? En Canarias todos los agentes sociales y laborales han puesto la voz de alarma con estos recortes sanitarios y cierres de prestaciones a los ciudadanos. Todos excepto la clase política vinculada al poder.

Hay que buscar mejor gestión para los escasos fondos. Hay que lograr, por ejemplo, que las facturaciones a las mutuas, de tráfico o laborales, no sigan estando, en algunos casos, con cargo a la sanidad pública. Hay que exigirle al Servicio Canario de Salud que los pagos realizados por implantes protésicos colocados a los pacientes derivados a los centros concertados no tengan un sobrecosto de, a veces, un 40%, como lo hemos denunciado en ocasiones. ¿Por qué una misma prótesis de rodilla o cadera se factura a precios diferentes a favor del centro concertado con respecto a los hospitales públicos? ¿Es esto buena gestión, despilfarro o probable corrupción? ¿Qué negocio solapado se traen entre manos?

Hay que cuidar que en las relaciones de las administraciones públicas con las empresas privadas no se den sistemas de incentivos a cambio de favorecer el empleo de determinados productos, porque podría estar constituyéndose un efecto de posible soborno. Y todos miran al lado. Por eso tenemos que ir a una central de compras para el suministro de la sanidad pública y evitaremos estos reinos de taifas instaurados en los hospitales, públicos y concertados, desde hace tiempo y que nadie ha querido limpiar y sanear con la permisividad que ha existido al poner en manos de los gerentes y directores decisiones que están siendo muy cuestionadas y que hay que cambiar con un modelo de profesionalización absoluto en la gestión, dando capacidad a los jefes de servicio y profesionales que conocen y realizan diariamente su labor.

Hoy el político y su cargo directivo, puesto a dedo, controlan el sector. Y así nos va. Tenemos que incidir en el control del gasto farmacéutico, y de esa forma podemos ir saneando la inversión en sanidad, que será más rentable. Y olvidarnos del copago, porque hay que poner, primero, en marcha muchas otras actuaciones y no cargar contra el paciente el peso para resolver una política nefasta que llevamos mucho tiempo soportando.

Nos dicen que no hay dinero en los presupuestos para la sanidad. Pero creo que tenemos que realizar, esta vez sí, una "optimización" de recursos, como los que se llevan en sus sueldos cargos directivos en los hospitales públicos, donde existen subdirectores de guardia a distancia que no se sabe lo que pintan y qué labor desarrollan, y médicos especialistas duplicados que no se sabe qué trabajo realizan. Y no digamos de los incentivos por objetivos que ellos mismos se marcan al final de cada año y que nadie controla. Hay que suprimir cargos y jefaturas, coordinadores y supervisores y una parafernalia de puestos funcionales que, si sumamos económicamente, son una sangría para el modelo de gestión. Y, así, no tendríamos que cerrar camas de hospitalización ni consultas ni quirófanos, y podríamos contratar a personal sanitario que hace falta en los centros. Y es que yo, personalmente, cambio subdirector de guardia a distancia por cama de ingreso para pacientes.

Si en Cataluña se ha montado una gorda con los recortes sanitarios y es una de las comunidades punteras en la materia, imaginemos lo que ocurre y ocurrirá en Canarias, que estamos a la cola de la sanidad de todo el Estado. Son muchas las voces en contra. Es la Organización Médica Colegial, son los distintos sindicatos del sector, son las asociaciones de usuarios, las plataformas ciudadanas en defensa de la sanidad pública. Todos rechazan los recortes y los condenan. Todos estamos equivocados menos ellos.

Convertirán nuestra sanidad pública en algo mediocre, que a veces nos recuerda un Estado o república inferior, más tercermundista... Y no podemos permitirlo. Nuestro Servicio Canario de Salud hay que defenderlo y cuidarlo. ¡Que no se lo carguen estos personajes que la política nos ha impuesto! Somos solo los ciudadanos quienes lo podemos impedir.

*Carlos García, Traumatólogo. Delegado de Intersindical Canaria

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