lunes, 11 de abril de 2011

El 'Caracazo': una revuelta que cambió la historia de Venezuela


El principio del fin de Carlos Andrés Pérez, el gran amigo de Felipe González

L 25 de diciembre de 2010 murió Carlos Andrés Pérez, también conocido como CAP, el último de los genocidas que ha pasado por la presiden­cia de la República de Venezuela. Con su tranquila despedida en Miami, pareciera también que despe­dimos una historia lúgubre de corrupción, cinismo, entrega del país y represión. Recordemos el papel de este señor en los años 70 como mi­nistro de Interior del Gobierno de Rómulo Betancourt y su consigna "dispara y averigua después"...




No es tan seguro que este final de la vida del personaje lo sea realmen­te en su significado histórico. Pero en todo caso muchos lo sintieron de esa manera, lanzando insultos post­mortem a quien terminó convirtién­dose en el símbolo de una época por demás oscura, rechazando incluso las declaraciones de respeto formal por nalie del Gobierno hacia el ex mandatario muerto. Mientras tanto, la derecha intentaba sin mucho éxito un cauteloso rescate de la memoria del personaje y sus compromisos "democráticos y nacionales". En to­do caso, murió quien se encargó, des­de las cimas del poder, de partir en dos la historia: antes y después del 27 y 28 de febrero, y el 1 de marzo de 1989. El problema es si esa historia partida de verdad ha concluido.


LA CONEXION CON EL FMI

Bastó la aplicación concreta de un conjunto de medidas de liberación de precios -transporte gasolina alimentos -que se ajustaban a todo un paquete económico neoliberal anunciado por él, días antes, supervotado presidente CAP, para que estallase una revuelta que durante tres días envolvió el quehacer de casi todos los barrios de Caracas, extendiéndose en sus finales hacia el interior del país. Hasta que todo terminó en una masacre con el sal­do de miles de muertos.

Es la historia sabida pero incon­table en todos sus detalles. Les podría decir, como uno de los mi­llones de cuerpos que participamos en los hechos que, como en toda gran revuelta donde se decide en­trar, al final la revuelta misma se hace dueña de lo que hacemos. Ella construye su lógica, en este caso una lógica que giraba sobre la ac­ción coordinada de grupos en la que unos se enfrentaban a las fuer­zas represivas mientras otros iban directamente a por los bienes aca­parados en los supermercados. Es el principio de la revuelta del po­bre: vamos a por lo que necesita­mos para vivir y enfrentamos a los que quieren matar. La fuerza de los hechos desborda por completo cualquier montaje represivo, se po­litiza cada vez más el movimiento de masas, aparecen volantes y se vociferan consignas revoluciona­rias, hasta que comienza el genoci­dio, ya con las fuerzas militares como protagonistas ·del mismo. Fueron más de 24 horas de matan­zas y enfrentamientos tiro a tiro que culminaron con el repliegue de las fuerzas populares hacia las al­turas de los barrios caraqueños. Seguida de una semana de ocupa­ción militar de la ciudad y de repre­sión selectiva con centenares de detenidos, desaparecidos, tortura­dos, y pare de contar.


EL PRINCIPIO DEL FIN DE 'CAP'

Luego empieza una crisis irreme­diable del régimen democrático­represivo-representativo, expresa­da en una entropía interna que se manifiesta en el interior de sus principales partidos. Se expresa igualmente en una ofensiva de la oligarquía contra sus propios aliados políticos y el régimen que los cobija, además de una desgarra­dura permanente dentro de las ins­tituciones del Estado. El Estado y el régimen herido y autodestructivo se mantendrán todavía durante diez años - entre las presidencias de CAP y Caldera - en imponer el plan neoliberal con nefastas conse­cuencias sociales y económicas. Pero quedarán expuestos a una re­sistencia popular férrea y muchas veces violenta - insurrecciones mili­tares y populares parciales sobre todo entre los años 1991 y 1993 - que al final de la década ha logrado generar un proceso unitario y ma­sivo, llevando a la presidencia al co­mandante Hugo Chávez justo 10 años después de la revuelta.

Comienza desde entonces otra his­toria: lo que se quebró antes, ahora busca un camino.de salida emanci­pador. Muchos opinadores ven en el 27 de febrero de 1989 - el 'Ca­racazo' - el comienzo de una larga secuela de revueltas que se darán por más de una década en el conti­nente 'nuestramericano' y genera­rán las condiciones para el estable­cimiento de gobiernos de izquierda y centro-izquierda. Es una mirada válida, si marcamos esta fecha como el punto de partida de una historia nueva. Pero también lo po­demos ver como uno de los puntos finales de un genocidio continental que comienza en los años 70, desata la lucha guerrillera en un conti­nente lleno de dictaduras fascistas, hasta concluir en las guerras cen­troamericanas, con miles de muer­tos y desaparecidos. Mientras, la Colombia de hoy sigue siendo el único lugar de extensión de esta tragedia sangrienta.

El Caracazo se presenta como una encrucijada de final y comienzo donde salen a la palestra los dos grandes polos de la historia de estas tierras desde mediados del siglo pa­sado: por un lado, la brutalidad de los aparatos de poder y de los regímenes liberales de teatro manipula­dos, siendo en este caso CAP el mejor de sus retratos. Yen el otro polo el síndrome marginal-urbano, - ­síntesis de toda esta historia de hiperexplotación continua, convertido - luego de inmensos esfuerzos resis­tentes e insurgentes de innumera­bles movimientos populares-obre­ros-campesinos-indÍgenas- en un sujeto combatiente y esperanzado, también desesperado por encontrar una salida feliz y libre a su situación.

*Ronald Denis

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Tu comentario se publicará una vez visto por el Moderador. Gracias por escribir. Ahul