lunes, 4 de abril de 2011

Desde el apoyo al pueblo libio para que derroque a Gadafi, decimos No a la intervención de la OTAN*


ESULTA imposible encontrar en estos momentos un país árabe que no esté sacudido por revueltas o movilizaciones. La crisis económica mundial azota los países del Oriente próximo y el Magreb. Son los trabajadores/as de estos países emigrados a Europa los primeros en perder sus puestos de trabajo y con ello caen en picado los envíos a sus países de remesas de dinero. El FMI viene imponiendo programas de privatización de servicios públicos, de reducción drástica de los gastos de los estados, de disminución del número de trabajadores públicos y funcionarios… Nada que nos suene a extraño aquí, pero cuyas consecuencias son mucho más demoledoras en estos países con tasas de desempleo que superan en promedio el 50% de la población laboral. A este cuadro hay que añadirle, desde finales de 2010, el mayor aumento de los precios de los alimentos desde 1990 y sus consecuencias en los países árabes que son una de las grandes zonas del mundo importadoras de alimentos. Libia por ejemplo, importa el 75% de los alimentos que consume...



Añádase a esa situación el odio a Gobiernos títeres de las grandes potencias imperialistas, dictaduras encargadas de aplicar los planes del FMI a costa del hambre del pueblo y que se sostienen bajo estados de excepción que se prolongan por décadas.  En ese escenario es en el que los acontecimientos de Túnez prenden como una mecha y el efecto dominó comienza en toda una región unida por sentimientos de nacionalidad, tradición de lucha y repudio al imperialismo y al sionismo. Asistimos a un proceso de levantamientos, a una revolución que tiene como estandartes (como dice la declaración de Corriente Roja ante los hechos de Túnez), la lucha por el pan, el trabajo y la libertad. Un proceso revolucionario en el que destacan los/as jóvenes, azotados por el desempleo y ninguna posibilidad siquiera de emigrar.
Por esas razones todos los levantamientos populares en los países árabes fueron mirados con enorme simpatía y un apoyo incondicional deseando su triunfo. Así lo entendimos desdeCorriente Roja, por eso salimos a la calle en apoyo al pueblo tunecino y egipcio ni bien se supo de los levantamientos. 
Los acontecimientos de Libia, por el contrario, han desencadenado una polémica en toda la izquierda, una polémica difícil y muy dura. El posicionamiento ante los hechos de Libia envuelve sin duda posiciones de principios y las líneas divisorias no están agrupadas en las corrientes más tradicionales o en organizaciones más afines ideológicamente. Así las posiciones recorren, entre otras, desde los que se han ubicado desde el inicio del proceso del lado de Gadafi con especial vehemencia el Presidente de Nicaragua Daniel Ortega, el de Venezuela Chávez, Fidel Castro y la dirección cubana,  hasta los que se han situado desde el comienzo apoyando el levantamiento popular contra Gadafi  como el Frente Popular de Liberación de Palestina, el Partido Comunista de los Trabajadores de Túnez, la LITci, Hizbulá...
Más allá del posicionamiento concreto, un debate de esta naturaleza exige más rigor del que se desprende de toda esa izquierda que sustenta la teoría de la conspiración, no sólo ya por todo lo que representa Libia, sino porque el choque se puede repetir perfectamente, incluso ampliado, si la revolución árabe avanza en Siria o Argelia.
¿TEORÍA DE LA CONSPIRACIÓN O LUCHA DE CLASES?
Lo sorprendente de este debate es que cuando NO HAY UN SOLO PAIS del mundo árabe que haya quedado libre de las revueltas populares se niegue la ligazón de ese proceso con el libio.     
Para quienes han procurado desde el inicio desmarcarse del levantamiento en Libia y diferenciarlo del proceso general en Oriente medio y el mundo árabe, la razón más esgrimida es que ese levantamiento está dirigido por “el Frente Nacional por la Salvación de Libia [NFSL por sus siglas en inglés] (…) una organización financiada por la CIA [que] llama al pueblo libio a reiterar un juramento de lealtad al rey Idris el-Senusi como líder histórico del pueblo libio”
Recientemente Julio Anguita en un acto público, se unía a esta explicación señalando los hechos de Libia como algo alentado por “sediciosos” financiados por la CIA. Es decir, según este razonamiento en todos los países árabes hay levantamientos populares salvo en Libia que es una provocación sediciosa manejada por la CIA.
Esta forma de explicar los fenómenos políticos y/o sociales está sin duda muy cerca de la proliferante teoría de la conspiración. 
Pero pongámonos por un momento en esa tesis y aceptemos que lo de Libia se explica como parte de un plan trazado por la CIA. Surgen entonces numerosas dudas:
Gadafi era el hombre del imperialismo, en Libia desde 2003 y especialmente a partir de 2006 las multinacionales campaban a sus anchas; el FMI 8 días antes del levantamiento popular felicita públicamente al gobierno libio por los planes que estaba aplicando. Gadafi se ha fotografiado con todos los presidentes del mundo y fue invitado especialmente por Obama a la Cumbre del G-8. Gadafi apoyó entusiastamente a Ben Alí, el dictador tunecino, y a Mubarak cuando estaban siendo cuestionados por los levantamientos populares y les ofreció a ambos refugio en Libia. Gadafi es el hombre que dispone de las llaves de oro de Madrid y es amigo declarado de Aznar. Gadafi es el socio de Berlusconi, el gobierno libio es accionista del grupo aeronáutico y de defensa Finmeccanica, controlado por el Estado italiano; accionista de la empresa de petróleo ENI; de la textil Olcese y del club de fútbol Juventus, entre otros. Incluso el Gobierno libio participa como accionista en Comunicaciones Quinta, de la cual el accionista mayoritario es Berlusconi.
La pregunta es inevitable ¿Por qué la CIA organiza un complot contra un hombre con semejante curriculum?
¿Qué sucedió en los 8 días que median entre el comunicado del FMI felicitando al Gobierno de Gadafi y los levantamientos populares del 17 de Febrero para que el imperialismo cambiara de política y auspiciara levantamientos populares contra el que era hasta esa fecha un Gobierno aliado?
La teoría de la conspiración recorre a las corrientes políticas más dispares. Gadafi por ejemplo también opina que es una conspiración pero según él se trata de un complot de Al Qaeda y la OTAN que la apoya: “Nos enfrentamos al terrorismo de Al Qaeda por un lado y por otro a la OTAN que ahora apoya a Al Qaeda” (Gadafi).
Históricamente las intervenciones de la CIA se caracterizan por el impulso de golpes militares, pero sorprende que en Libia la CIA haya alentado y siga alentando una revuelta popular, máxime cuando lo hace en medio de un polvorín como el mundo árabe sacudido por revueltas por todas partes. Pareciera un bombero loco jugando con gasolina alrededor de un enorme incendio.
Pero, una vez más, supongamos que es cierto y la CIA se colocó capitaneando una revuelta popular contra el que apenas hace un mes era un Gobierno amigo. ¿Por qué cuando en los primeros momentos el levantamiento barría a las tropas de Gadafi, el imperialismo esperó para intervenir a que Gadafi se rehiciera y el movimiento “sedicioso” fuera masacrado y reducido a Bengasi? ¿por qué cuando los insurrectos pedían armas, los Gobiernos, entre ellos el español, se las negaron?
El marxismo y en especial Lenin, pese a no tener Internet ni páginas webs, leían y entreleían la propia prensa burguesa y definían su política no en base a conspiraciones sino al análisis de las clases, su rol, sus contradicciones, internacionales y nacionales. ¿Dónde quedan en esta teoría conspiratoria las clases sociales, el carácter de clase de los Estados, las contradicciones internas de cada clase, las contradicciones entre los propios estados imperialistas, y entre los grupos multinacionales, las contradicciones entre los movimientos sociales y sus direcciones…?
Al igual que para los viejos griegos y romanos el devenir del mundo se explicaba por elDestino, para los teóricos de la conspiración todo está escrito, “atado y bien atado”, para que suceda de una determinada manera. Así explican los hechos de Libia.
Cualquier dato de la realidad es secundario o se explica porque el imperialismo “nos confunde”. “no podemos guiarnos por los medios de comunicación del imperialismo” pero no se molestan en leer y entreleer lo datos pocos o muchos que tengamos, agitan contra la lectura de los diarios burgueses para no quedar presos de la confusión ¡qué más da lo que diga el enemigo! Los únicos artículos, ¡eso sí! que hay que leer son los “verdaderos”, aquellos que proceden de opiniones que “demuestran” la conspiración de la CIA.
Sin embargo, no tienen después el menor reparo en sustentar su teoría conspiratoria de un movimiento liderado supuestamente desde el primer día por el NFSL en base a un informe del New York Times del 25 de febrero.
LOS CRITERIOS DE LENIN PARA “DESCUBRIR LA VERDADERA ESENCIA DE UNA GUERRA”
Ante las guerras, Lenin, contra los pacifistas que condenaban todo guerra por principio y frente a los oportunistas que capitulaban a los Gobiernos y los estados burgueses, exigía antes de definir una posición política determinar la naturaleza de la guerra.
Para los defensores de la teoría de la conspiración en Libia basta repetir que “todo es un montaje”, “la prensa miente”  y una vez iniciada la intervención imperialista ya no hay nada que discutir  porque la posición revolucionaria se define en base a que el “enemigo ataca”.Con esa forma de razonar, parece vano preguntarles aquello que Lenin exigía responder antes de definir una política  ¿Cuál es la naturaleza de esta guerra?   
Lenin, que por cierto dedicaba horas y horas a leer cuanto periódico burgués caía en sus manos, polemizando sobre la guerra con todos los que hacían “caricatura del marxismo”decía: “¿Cómo descubrir la “verdadera esencia” de la guerra, cómo determinarla? La guerra es la continuación de la política. Hay que estudiar la política que precede a la guerra, la política que lleva y ha llevado a la guerra”  “El filisteo no comprende que la guerra es la “continuación de la política“ y por eso se limita a decir que “el enemigo ataca”. Con más vehemencia, Lenin prosigue en esta polémica: “Si no lo hiciéramos así, olvidaríamos la exigencia principal del socialismo científico y de toda la ciencia social en general y además nos privaríamos de comprender nada de la guerra actual (…) ¿es que se puede explicar la guerra sin relacionarla con la política precedente de este o aquel Estado, de ese o aquel sistema de Estados, de estas o aquellas clases? Repito una vez más: esta es la cuestión cardinal, que siempre se olvida y cuya incomprensión hace que de diez discusiones sobre la guerra nueve resulten una disputa vana y mera palabrería. Nosotros decimos: si no habéis estudiado la política practicada (…)  sino habéis demostrado la ligazón de esta guerra con la política precedente, no habéis entendido nada de esta guerra”[i].
Para los teóricos de la conspiración todos estos criterios de Lenin son prescindibles. Las explicaciones de los fenómenos políticos o sociales que acontecen en el mundo no precisan  fundamento científico, material, ni marxista, basta saber que “el enemigo ataca”. Como en la vieja dictadura que nos tocó soportar durante cuarenta años cualquier revuelta social se explicaba por los “agitadores extranjeros” “alborotadores profesionales pagados con el oro de Moscú”.
LOS HECHOS DE LA REALIDAD
Más allá de las conclusiones políticas que se quieran extraer, el dato objetivo es que acudimos a una oleada revolucionaria en todo el mundo árabe y Oriente Próximo. En Libia el Gobierno de Gadafi, el hombre de las multinacionales del petróleo, el garante del expolio imperialista, se encuentra con protestas y luchas que culminan el 17 de febrero con un levantamiento popular. Valga un ejemplo sencillo. Samir El Magrebi, un estibador del puerto de Benghazi, mientras explicaba al corresponsal de un periódico venezolano que gana 200 dinares y vive con su familia en una habitación de la casa de sus padres en una barriada muy humilde, El Zeitún, afirma: "Somos seis hermanos y tres hermanas y apenas tres de los nueve tenemos trabajo. Encontrar hoy en día un empleo es muy difícil, casi imposible""Lo primero que necesitamos que mejore después de la revolución son las cuestiones de la vivienda, el empleo y los salarios. Es lo que todos esperamos, que la situación mejore".
Al igual que en el resto del área, el levantamiento pone el centro de sus exigencias en la lucha contra el aumento de precios y en demanda de las necesidades más elementales, contra el gobierno corrupto y por libertades democráticas básicas. 
La revuelta del 17 de Febrero se extiende por las principales ciudades del país y se hace fuerte en la región de la Cirenaica, de vieja tradición opositora a Gadafi. Gadafi responde reprimiendo a sangre y fuego las protestas, lo que lejos de pararlas genera un enfrentamiento armado. La utilización del Ejército contra las protestas lejos de resolver el problema abre una crisis profunda del régimen.
Sectores del Ejército desertan, ministros, diplomáticos, “hombres de negocios” dejan las filas del régimen y se pasan a la oposición. Los insurrectos asaltan cuarteles y arsenales de armamento, para enfrentar así a los cuerpos de élite y a los mercenarios de Gadafi.
Un medio nada sospechoso de proimperialismo como voltairenet.org informaba lo siguiente“El gabinete Netanyahu ha solicitado a la compañía Global CST socorrer al régimen amigo del coronel Gadafi… reclutar y transportar hasta 50.000 mercenarios, lo que parece ser todo un ambicioso proyecto”.
Para quien identifique bien al sionista Netanyahu pero no tanto a la compañía mencionada,decir simplemente que Global CST es una multinacional especializada entre otras cosas en el comercio de mercenarios de guerra y está dirigida por el Mayor General retirado del ejército sionista, Israel Ziv. 
Así pues los hechos constatan que, a diferencia de Egipto y Túnez, el régimen es incapaz de reconducir institucionalmente la revuelta, se divide y Gadafi apela a los cuerpos de élite y a mercenarios para sofocar las protestas que, lejos de sucumbir, se generalizan y los acontecimientos devienen así en una GUERRA CIVIL.
La transformación de un levantamiento popular en guerra civil es el hecho objetivo y la diferencia cualitativa, por ahora, de Libia con respecto a Egipto o Túnez.
Volviendo a las exigencias de Lenin antes de definir una política ¿cuál es la naturaleza de esta guerra? Hay que decir que la intervención de la OTAN en Libia, la guerra imperialista se produce sobre la existencia de otra guerra previa, la guerra civil. Así pues en Libia estamos en medio de dos guerras. Los defensores de la teoría de la conspiración niegan de hecho la existencia de la primera y reducen el conflicto libio a una sola guerra, “el imperialismo ataca”, niegan así el levantamiento popular y acaban objetivamente siendo los defensores confesos o inconfesos de Gadafi.
EL MOVIMIENTO INSURGENTE Y LA DIRECCIÓN DEL MISMO
Para todos los defensores de la teoría de la conspiración de la CIA, la diferencia de Libia con Egipto y Túnez está precisamente en la dirección del proceso. Para todos ellos la dirección del levantamiento y el levantamiento mismo son una misma cosa lo que le da a la insurrección un carácter reaccionario, contrarrevolucionario, sedicioso, como dice Anguita.   
Definir la naturaleza de un movimiento por la dirección que tiene al frente es un error  tan común entre algunos sectores de la izquierda como ajeno al marxismo.    
Los acontecimientos en el Estado español son pródigos en ejemplos. Las movilizaciones obreras recientes ha tenido al frente  a una dirección corrupta, parte del régimen y aliada del gobierno. Cada movilización que convocó lo hizo pensando en ubicarse mejor en la negociación con el Gobierno y traicionar la lucha incluida la huelga general. Algunos sectores de la izquierda apoyándose en este hecho cierto se negaron una y otra vez a participar de las movilizaciones convocadas por CCOO y UGT, incluso se negaron a apoyar la huelga general del pasado 29-S. ¿Por qué apoyamos esas movilizaciones, fuimos a ellas e impulsamos entusiastamente una huelga general cuando sabíamos sobradamente de la naturaleza de esa dirección y lo que pretendía? ¿No sabíamos que iban traicionar?  ¿Qué hacíamos “mezclados” con traidores y corruptos, agentes del régimen y del sistema?
Vayamos si se quiere a otros ejemplos, Egipto y Túnez. Sectores de esa izquierda que hoy diferencia a Libia del resto del proceso revoluconario árabe, participaron (participamos) desde el primer momento en las manifestaciones de apoyo al levantamiento en Túnez y Egipto ¿y quién era la dirección de ese proceso?
Las masas egipcias protagonizaron un levantamiento ejemplar contra el Gobierno de Mubarak, la Plaza de la Liberación fue el símbolo de ese levantamiento, pero al frente del mismo se pusieron dirigentes burgueses y reaccionarios como los Hermanos Musulmanes o los partidarios del proimperialista El Baradei. El ejército egipcio, la institución clave del régimen, asesorada y avalada por el imperialismo, desarmaba a los manifestantes mientras dejaba entrar en la Plaza a la bandas de Mubarak para hacer estragos. Las masas que clamaban contra el Gobierno y lograron echar a Mubarak acabaron aplaudiendo al Ejército. El movimiento fue reconducido, por ahora, por el régimen. Hoy en Egipto el ejercito de Mubarak preserva el poder y, con él, todo sus acuerdos de hambre, miseria y sostén del imperialismo y el sionismo. ¿Por qué participamos entonces de forma entusiasta de las manifestaciones de apoyo a las revueltas en Egipto cuando al frente tenían a semejante dirección proimperialista y en la Plaza se clamaba por la intervención del Ejército egipcio? 
La explicación no es otra de que nosotros no confundimos jamás al movimiento con su dirección. La naturaleza política de un movimiento popular de protesta viene determinado por lo objetivo, qué o a quienes enfrenta, porque el movimiento para un marxista es por definición inconsciente,  no tiene consciencia del curso general de la lucha ni de sus objetivos historicos. Las masas cuando saltan lo hacen en rechazo a lo que viven, repudiando lo que les condena a la miseria o la opresión. Sobre esa acción inconsciente, objetiva, actúan las direcciones políticas, el factor subjetivo, consciente, sean éstas unas direcciones más o menos fuertes, estén más o menos prestigiadas, sean revolucionarias o reaccionarias.  Sobre el impulso objetivo de la acción de las masas actúan esos elementos conscientes, que representan intereses de clase diferentes y enfrentados, para reconducir en uno u otro sentido el proceso dotándolo de un programa.
Para los marxistas ese proceso, lejos de ningún curso lineal, está repleto de tensiones, contradicciones y enfrentamientos entre las distintas fuerzas que van a disputar esa dirección. Se entabla así una lucha viva, resuelta, cuyo resultado no viene predeterminado por ningún conspirador ni fuerza alguna del destino.
LA LUCHA EN LIBIA Y LA DIRECCIÓN DEL PROCESO
¿Cuál esa entonces la naturaleza del movimiento de protesta contra Gadafi?  El hecho concreto que desencadena las movilizaciones primero y la represión del régimen después es sobradamente conocido. Las protestas en Libia se iniciaron, como en otros tantos países árabes, cuando surge el proceso de Túnez. El 17 de febrero, las manifestaciones contra Gadafi, encabezadas por los familiares de las víctimas de la masacre ocurrida en la prisión de Abu Salim en Trípoli hace 15 años, donde fueron asesinados 1200 presos, y la detención del abogado de los familiares de esos presos, son respondidas a tiros por las fuerzas de Gadafi. Se desencadenan así los actuales acontecimientos. El pueblo libio, harto de ver deteriorarse sus condiciones de vida, harto de corruptos y de una dictadura que se prolongaba por más de 40 años, como en Túnez o Egipto, se echa a la calle. Es un movimiento progresivo, objetivamente revolucionario y objetivamente antiimperialista pues enfrenta al gobierno  títere del  FMI y del imperialismo. Una pregunta fundamental que se debería hacerse toda esa izquierda es qué harían si se encontraran en el lugar. Y de haber estado en Libia, nosotros estaríamos sin dudar un minuto con los que salieron a la calle contra Gadafi, apoyando ese movimiento, independientemente de su dirección. Y cuanto más reaccionarias sean esas direcciones más obligados estamos a intervenir para impedir que éstas se hagan con la dirección del movimiento. 
  Desde Al Jazira a numerosos medios de comunicación del mundo han dado cuenta de la constitución desde el inicio de la revuelta de los llamados Comités Populares. Para quien tenga interés de las crónicas en el lado de los insurrectos hay abundante información gráfica y sonora, entre ellos en un medio nada sospechoso de proimperialismo como la Telesur venezolana y su corresponsal en Libia Reed Lindsay.
Tras los acontecimientos del 17 de febrero se extienden por todo el país Comités Populares. Donde se expulsaba a las tropas de Gadafi eran esos Comités los encargados de asegurar la provisión de alimentos; asegurar la electricidad, obtener el petróleo para el abastecimiento de combustibles a las plantas eléctricas; asegurar la distribución de alimentos y agua. Esos Comités son los que aseguraron que los funcionarios que trabajan en las sucursales locales del ministerio de Finanzas, en los lugares donde se adhirieron a la revolución “se firmen los cheques que aseguran el pago de los salarios”; esos Comités armados aseguraron las tareas de defensa y el funcionamiento de las oficinas del Banco central. Los Comités aseguraron que en los bancos que habían retomado su trabajo, se permitiera retirar diariamente hasta 160 dólares.
La ausencia de instituciones en los lugares liberados fue sustituida por estos Comités. No es nada difícil adivinar lo que todo ese proceso encierra, porque todo proceso revolucionario cuando echa abajo el Estado y su columna central, el ejército, se divide, se ve obligado a sustituir toda esa maquinaria, a improvisarla en este caso.
¿Quién es la base de todas esas milicias y del movimiento insurreccional? Al igual que en muchos otros países árabes, son los muchachos (shaba) jóvenes, hombres y mujeres que encabezaron el levantamiento contra el tirano.     
Basta observar los reportajes gráficos para ver unas milicias improvisadas, mal armadas, con escasa disciplina, sin estructura de mando. Lejos, muy lejos, de los disciplinados, bien pagados y mejor armados cuerpos de élite que defienden a Gadafi.  Basta observar para ver las milicias armadas producto de un levantamiento popular, muy parecidas a las que cualquiera puede ver en los primeros momentos de la revolución española contra el golpe militar fascista.
Es a partir de ahí cuando aparece el factor determinante, la dirección revolucionaria que existe o no antes del estallido, pero no se puede improvisar, inventar, sobre la marcha. ¿Cómo asegurar la milicia?, ¿Cómo centralizar los esfuerzos de avituallamiento, militares…? ¿Cómo dotar de organismos centralizados a nivel nacional frente a la dispersión local? ¿Cómo conformar un gobierno centralizado de toda las zonas liberadas?...
Como la realidad no tolera el vacío, se empieza a producir una lucha, repleta a buen seguro de tensiones, choques y contradicciones abiertas, entre los distintos sectores sociales y políticos en liza que están obligados a resolver todos estos problemas.
Los datos conocidos indican que se generalizaron los Consejos municipales, y comenzó la coordinación entre ellos en algunas zonas. Inicialmente todos los datos apuntan a un papel relevante de la llamada "Coalición revolucionaria del 17 de febrero" cuyo portavoz es Abdelhafed Ghoga,  jurista y defensor de los derechos humanos. Hay crónicas muy vagas de difícil comprobación que sitúan entre las milicias rebeldes a muchos  militantes “islamistas y comunistas”. Añádase a ese panorama de caos en las filas de la insurrección producto de la falta de una dirección unificada, la salida masiva de Libia de lo que es la componente central de la clase obrera libia, los trabajadores inmigrantes, en especial los egipcios. En una población de cerca de 6,5 millones de habitantes, incluyendo más de 1,5 millones de trabajadores extranjeros, se estima entre un millón y un millón y medio las personas que han salido de Libia desde que comenzó el conflicto.
La conformación del llamado Consejo Nacional  aparece como la respuesta “necesaria” tanto para “poner orden” en las filas de los insurrectos como para establecer un interlocutor con el régimen y con el mundo.
La conformación del Consejo Nacional refleja las tensiones internas y los objetivos dispares de sus propios componentes. Las diferencias generacionales y políticas entre sus componentes son notables. “El Consejo ha sido útil para mantener la cohesión. Es normal que al principio existan diferentes puntos de vista. No es fácil que todos acepten la autoridad del Consejo”, “Los mas difícil es controlar a los jóvenes” declaraba Mohamed Gheriani, uno de sus más significados portavoces.
De esas contradicciones entre el Consejo Nacional y la base insurrecta dan fe no sólo las afirmaciones citadas. El mismo día en que la ONU aprobaba la resolución autorizando la intervención en Libia, miles de personas se manifestaban en una plaza central de Begasi para festejar la noticia. La imágenes, que eran retransmitidas por Al Jazira, muestran en la plaza una enorme pancarta que esta además difundida en fotografía, con un lema en inglés: "No foreing intervention, Libyan people can manage it alone" ("No a la intervención extranjera, el pueblo libio puede hacerlo  sólo”).

El Consejo Nacional integrado por 31 miembros, la mayoría clandestinos, está compuesto por representantes de las distintas ciudades, por figuras de prestigio en la lucha por los derechos democráticos y por un núcleo duro de hombres procedentes del régimen de Gadafi (y sin noticias del irrelevante y tan citado NFSL). Por citar a algunos exgadafistas, cabe mencionar a Abdul Fatah Younis, exjefe del Ministerio de Gobernación, que se pasó al bando de la sublevación en los primeros días de la revolución; Ali Aziz Al Issawi que fue ministro de Economía con Gadafi y dimitió de su puesto de embajador en la India; el ex ministro de Justicia, Mustafá Abdel Yalil, quien dimitió de este puesto el 21 de febrero. El Consejo comienza así a ser copado por “personalidades respetadas, intelectuales, y hombres de negocios”.
Lograr que ese Consejo “cumpla su misión” no es tarea fácil, por eso  el jefe supremo de las fuerzas de la OTAN, el almirante James Stavridis, afirmó en una comparecencia ante el Senado de EE UU que se han detectado "indicios" de la presencia de elementos de Al Qaeda o Hezbolá entre las fuerzas rebeldes. "Estamos analizando muy de cerca el contenido, composición, las personalidades de los líderes de la oposición". En el mismo sentido el Ministro de Asuntos Exteriores francés, Alain Juppé manifestaba las dudas sobre el mismo Consejo en cuyo reconocimiento había sido vanguardia el gobierno galo El Consejo Nacional de Transición libio (CNT) "no tiene el monopolio" de la representación de los rebeldes en su país”.
*Angel Luis Parras | Para Kaos en la Red.

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