En ese informe, revelado por Wikileaks, se lee: "Lo ocurrido en Mahalla es significativo (...) ha irrumpido una nueva fuerza orgánica de oposición que desafía etiquetas políticas y aparentemente no está relacionada con los Hermanos Musulmanes. Esto puede forzar al Gobierno a cambiar su guión. (...) Lo ocurrido el 6 de abril ha unido a diversas fuerzas de la oposición con numerosos egipcios no activistas, a través de la llamada a la huelga en Facebook, que ha reunido a 70.000 seguidores en la red, y ha cosechado una importante atención nacional. El nexo de los usuarios de Facebook de clase media y alta con sus homólogos pobres de las fábricas de Mahalla ha creado una nueva dinámica". El informe se titula: Mahalla: ¿incidente aislado o punta del iceberg?
La respuesta no tardó en llegar. Desde aquella huelga no ha habido una semana sin protestas, manifestaciones o paros en Egipto. El propio informe atribuía las causas de los mismos a la subida de los precios, la corrupción, la postura proestadounidense y proisraelí del régimen de Mubarak y la dramática situación de las clases bajas del país. Y subrayaba como significativo que los Hermanos Musulmanes estuvieran distanciados de aquellas movilizaciones.
Pese a informes como este, Occidente lleva años empeñado en presentar Oriente Próximo como condicionado fundamentalmente por la religión, en un juego de roles burdo e infantil, presentando masas sociales de barbudos fanáticos, sin sentimientos, sin matices. Los estereotipos más pueriles, simplistas e incluso racistas han primado en los análisis de muchos think-tanks y en los informes de los gobiernos.
La revolución egipcia ha revelado que no todos los musulmanes son islamistas, que hay islamistas demócratas, árabes que no son musulmanes y musulmanes que desean estados laicos. Que en Oriente Próximo también hay obreros, hombres y mujeres, con demandas sociales e ideales progresistas y laicos, incluso socialistas, comunistas o ateos. Un análisis serio sobre la revolución egipcia no puede dejar al margen la lucha de clases, la pobreza y la injerencia extranjera como causas fundamentales del estallido de las protestas.
Mubarak ha caído, pero miles de trabajadores egipcios de prácticamente todos los sectores laborales están protagonizando huelgas para exigir sus salarios atrasados, la subida del sueldo mínimo, el fin de los sindicatos controlados por el régimen, la creación de sindicatos libres, la recuperación o autogestión por trabajadores de empresas públicas que hayan sido cerradas o vendidas, y su nacionalización. Consideran que la revolución real sólo tendrá lugar cuando haya comida y derechos para todos.
Desde 2004 ha habido en Egipto más de 3.000 protestas de trabajadores. El activismo obrero egipcio ha sido uno de los mayores movimientos sociales del mundo árabe en las últimas décadas y sin embargo ha estado casi ausente en las páginas informativas de los medios occidentales. Los gobiernos de EEUU y Europa deberían asumir responsabilidades por haber apoyado durante años a Mubarak y su régimen. Y algunos medios de comunicación tendrían que preguntarse si es riguroso y ajustado a la realidad guiarse por las teorías que les cuentan los que trabajan para esos gobiernos.
*Olga Rodríguez (Público)
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