"A medida que la máquina se perfecciona y quita el trabajo del hombre con una rapidez y una precisión constantemente crecientes, el obrero, en vez de prolongar su descanso en la misma proporción, redobla su actividad, como si quisiera rivalizar con la máquina…”
Paul Lafargue, El derecho a la pereza
Con formato de entrevista que da respuesta a lo que siempre quiso saber y nunca se atrevió a preguntar sobre la esclavitud en el siglo XXI, el periódico Diario de Avisos del domingo 20 de febrero publica en portada una especie de “manual para despedir sin complejos” dedicado a empresarios sin escrúpulos, aunque más apropiado sería decir para empresarios a secas pues, si alguno los tenía, la reforma laboral por la que tanto han luchado, los sucesivos decretazos y el “sálvese quien pueda” los han ido diluyendo hasta hacerlos desaparecer...
Despido gratuito, porque libre ya lo es. Esta es la solidaria receta del presidente de la Federación de Empresas del Metal de Tenerife (Femete), José Luis García Martínez, para salir airosos de la condenada crisis. Rotos los débiles anclajes morales del fordismo, ¿se acuerdan de aquello de que el bienestar de todos y cada uno de los individuos debe posibilitar el bienestar del conjunto? Este señor apuesta por convertir el despido no sólo en libre y gratuito sino en incluirlo en el listado de los Derechos Humanos. Por eso afirma que ellos, los pobres y temerosos empresarios, no tienen por qué correr con los gastos, que sea el Estado quien “indemnice a ese trabajador para que pueda ir tirando hasta que encuentre una nueva ocupación”. Para eso debe estar el Estado, para “aliviar de la cargas de los empleadores, pagarles la Seguridad Social, por ejemplo, y entonces no se echará tanta gente a la calle...” Tras este chantaje sólo le faltó apostillar que ya hacen bastante con pagarle un salario de mierda por jornadas de trabajo interminables.
Desparpajo no le falta al patrón de los metalúrgicos y las nuevas tecnologías al advertir también de lo dañino que resulta que los trabajadores se sientan seguros en sus puestos de trabajo, porque hay que ver cómo se “apalancan”, porque la ley los protege y no los puede echar ni dios. Que sientan en el cogote el aliento de la exclusión y la temporalidad es la manera para mantenerlos a raya, para que sepan de quien es la empresa cuando reclamen derechos laborales o salarios justos ¿En qué país vive Sr. García? Sólo advertirle que es muy probable que más de cuatro millones de parados –casi el 30% de los canarios- se acuerden de toda su familia al oír o leer sus palabras.
En este breve pero enjundioso recetario neoliberal no se olvida de la tarea empresarial de conseguir que los trabajadores se esfuercen en su formación, la cual debe estar condicionada por los intereses de la empresa, faltaría más, “así cuando esa empresa le exija más de lo que él cree que tiene que dar, pues coge y se va a buscar otro trabajo”. Ahora mismo llamaré a los compañeros del sindicato de enseñanza EA Canarias que llevan años luchando por una educación pública de calidad para que no dejen de valorar esta inusitada solución a una cuestión tan fundamental como la Formación Profesional.
¿Que los bancos no dan crédito? ¿Que se le han dado miles de millones de euros de nuestros impuestos para que hagan circular el dinero y no lo hacen? ¿Y qué? Ese no es el problema, nos ilumina el jefe de los empresarios del metal, pues cosa más natural que los bancos quieran ganar dinero a costa de lo que sea, están para eso, para sacarte hasta el cerumen de las orejas y tan contentos. Oye, que yo haría lo mismo si pudiera, esto es el capitalismo, parece sancionar altanero el señor García con su resignada cantinela. Y vuelve a la carga, que el problema son los costes laborales a pesar de que los trabajadores canarios soportan las más bajas remuneraciones y cotizaciones sociales del Estado, y termina recurriendo a los fracasados lugares comunes del neoliberalismo como solución: rebaja de impuestos, flexibilidad del mercado laboral, privatizaciones, recorte del gasto… Aunque vaticina mesiánico y con un evidente regusto nostálgico: “la época dorada, la especulación que hubo en ciertos sectores, como el de la construcción, eso se acabó. No va a volver”.
Lo cierto es que el presidente de Femete no dice nada nuevo. Ya Grisaleña, el del Círculo de Empresarios de Las Palmas, y el actual presidente de la Ceoe de Tenerife, José Carlos Francisco, se habían manifestado anteriormente con este mismo ardor neoliberal, se podría decir que el líder del metal ha actuado al dictado, pero este tipo de breviarios tan divulgados por falsimedia, esta simpleza a la hora de plantear el complejo conflicto capital-trabajo tiene la perversa pretensión de hacer ver a amplias capas de la sociedad que las aberraciones del capitalismo son algo natural e inevitable. Sin proyectarlo, o quizás sí, difunde la idea de que la sobreexplotación obrera en estos tiempos de crisis reluce como tabla de salvación para los que logran vender su fuerza de trabajo y, por lo tanto, embadurnado de esa perniciosa moral capitalista, le otorga al empresario un supuesto papel benefactor mientras a los trabajadores y trabajadoras se les obliga a buscarse los garbanzos como sea, donde sea, con quien sea, por el salario que sea.
Estamos avisados, no dejemos que nos cojan dormidos una vez más.
*Ramón Afonso -Kaos en la Red-
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