domingo, 10 de octubre de 2010

Liberación Nacional y Lucha de Clases*

no de los discursos más nocivos –y más fracasados– que circulan en nuestro país es el de que "debemos dejar aparcada la lucha de clases a favor de la liberación nacional". En esta representación fantasiosa de la realidad, por un misterioso fenómeno espiritual de origen desconocido, los canarios nos uniríamos en fraterno amor independientemente de nuestras propiedades, nuestras riquezas o miserias y nuestros intereses, para ascender en un rapto de "interclasismo" a la independencia. 



Sólo la maligna testarudez de los "rojos", por lo tanto, es lo que impide que tal beatífico sueño se haga realidad. Los que "engañamos" a las canarias y los canarios con eso tan "anticuado" de la lucha de clases, del socialismo y demás influencias corruptoras internacionales. En cambio, las esencias patrias, emanadas de forma natural de los peñascos, son las que posibilitan al "canario natural" sin contaminación, en el camino hacia el luminoso horizonte que se resume en la inaprensible virtualidad del "godos fuera". El guanchismo más bárbaro y la pseudonostalgia del funcionario académico sobre un inexistente pasado bucólico, se unen así al cálculo más atrabiliario sobre que a algún que otro "mecenas" de entre los grandes capitalistas canarios le dé por poner dinero para una campaña electoral independentista. Nosotros no nos engañamos. No esperamos milagros, ayudas inesperadas ni favores de los que nos explotan. Confiamos en nuestras propias fuerzas y en la de la inmensa mayoría del pueblo canario: las trabajadoras y los trabajadores. Y no lo hacemos por una disposición del espíritu ni por romanticismo internacionalista. Lo hacemos desde el análisis más objetivo de la realidad y desde el pragmatismo basado en la experiencia. Porque la realidad es la que manda, y no el sueño elaborado en bochinches y cafetines. Y la realidad es empecinada.

La realidad es que la liberación nacional, en Canarias como en cualquier otro país, es un asunto de clases sociales. Que el colonialismo no podría durar ni 24 horas si no contase con una burguesía colonial a la que compra de distintas maneras –puertos francos, REF, RIC, REA, obra pública, fondos europeos, participación como comisionista en las operaciones de las multinacionales, etc., etc. –. Los intereses estratégicos, vitales, de esa burguesía pasan por el mantenimiento del actual estado de cosas (aunque siempre pelearán por obtener una mayor tajada). Por lo tanto, ni van a estar por la independencia ni la van a permitir. La propia razón de existir del colonialismo, su propia esencia, radica en la expoliación, la explotación y el control político, militar y cultural del territorio en cuestión.

En definitiva se trata de establecer la posesión colonial como un bien, como una propiedad de la cual obtener las riquezas que la metrópolis necesita. Históricamente, para poder solidificar el poder colonial, las metrópolis se dotan de pequeños grupos sociales –a los que se les permite participar en el festín– que colaboran con el sistema. Esto facilita a la metrópolis un cierto encaje entre la población local. Su principal misión consiste en impedir que el pueblo colonizado tome conciencia de su situación. Para tan alta misión las burguesías locales no han desaprovechado nunca los mecanismos que pone a su disposición el sistema de dominación colonial. En el proceso histórico del colonialismo esos grupos iniciales se van configurando como burguesías locales a las que se le asigna la posibilidad de intermediación comercial –nunca productiva– y las exenciones fiscales y dinerarias que se consideren para que en ningún momento puedan entrar sus intereses en contradicción con las política e intereses del país colonizador. Por su parte, al pueblo colonizado se le mantiene al margen de los citados beneficios, siendo condenado básicamente al papel de mano de obra y productores de servicios. Esta disposición social como es lógico, determina intereses contrarios y establece clases diferentes. Sus anhelos y prioridades no tienen punto de encuentro; más bien, al contrario, se encuentran radicalmente enfrentadas. En este divorcio de intereses radica la lucha de clases y, sobre todo, radica el carácter irreconciliable de ésta. En las sociedades colonizadas el carácter nacional de la lucha de clases determina que la consecución de la emancipación de la clase trabajadora lleve indisolublemente aparejada la emancipación nacional. Dicho de otra manera: la independencia nacional o es un logro de la superación revolucionaria de la lucha de clases o, de lo contrario, se convertiría en un acto administrativo que sólo contribuirá a la prolongación del sufrimiento del pueblo trabajador y a la reedición histórica de una nueva forma de dependencia.

La posición descrita no alberga la más mínima duda. Unidad del Pueblo entiende y defiende el pensamiento de los revolucionarios que demostraron, en la teoría y en la práctica, que la lucha de clases es el motor de la historia. Desde luego, Friedrich Engels y Karl Marx explicaron científicamente este asunto, pero muchos y más cercanos revolucionarios profundizaron y revitalizaron la teoría científica, y dejaron bien claro quiénes y porqué defendían la colaboración de clases y cuáles eran sus intereses.

Quienes insisten en el rancio discurso del "interclasismo", quienes dan por muerta la principal contradicción entre el trabajo y el capital, deberían acercarse al pensamiento, el análisis y la brillantez teórica de hombres como Patricio Lumumba, como Agostinho Neto, como Amilcar Cabral y, especialmente a los trabajos de Kwane Nkrumah, quien en 1970 publica Lucha de clases en África y establece el rol de líder al proletariado africano: "Es tarea del proletariado africano ganarse al campesinado para la revolución, llevando la revolución al campo". Para los revolucionarios africanos, artífices de la independencia de diferentes países, no dejaba lugar a la duda: el socialismo como único camino. Lo demás no son más que vericuetos y vueltas para no enfrentarse a la burguesía colonial, para no molestarla. Una de las aportaciones que ha hecho Unidad del Pueblo es identificar con nombres y apellidos a esa burguesía dependiente colonial. Algunos "soñadores" nos recriminan haber volado los puentes con ella, dificultándoles que se unan en santa comunión a la causa independentista. Bien dice el dicho que no hay más ciego que el que no quiere ver. Porque quienes están saqueando Canarias no son sólo las multinacionales europeas o norteamericanas. Son estos "patriotas" el brazo ejecutor del colonialismo; los que mantienen a nuestra gente explotada, acobardada e indefensa; los que compran y venden políticos y sindicatos para su único y exclusivo beneficio; los que sacan la riqueza producida en Canarias a Marruecos, Cabo Verde, la República Dominicana, Almería, Panamá o Las Bahamas. Con estos enemigos del pueblo canario, con estos capitalistas, con el colonialismo interno, no hay conciliación posible. Y tampoco hay independencia posible. Pero aún en el hipotético caso de que todos los que se dicen independentistas se unieran en Santa Hermandad, ¿cuál sería el resultado? Seguiríamos contando con una microminoría marginal, incapaz de convencer a nuestro pueblo de las bondades de la independencia. Preguntarán con toda razón: "Independencia, ¿para qué?". Y aquí nuestros místicos le soltarán aquello de los peñascos, el Teide o que somos guanches.

La colección de charlatanes con argumentos "espirituales" y una épica que llega seiscientos años tarde, les caerán encima explicándoles por qué ellos ven necesaria la independencia. Y de esta forma, si alguno se la planteaba, le harán abdicar de la idea. Nuestro pueblo, que no es tonto, sólo apoyará la independencia cuando vea que sirve, que nos sirve. Aún más: cuando entienda que es imprescindible. Una cosa son los deseos de los independentistas, y otra cosa son las necesidades populares. Y no es que nuestro pueblo esté sorroballado o sea un pueblo cobarde. Bien al contrario, hace bien en no seguir a cuatro locos que quieren imponerles un proyecto que no parece justificarse más que en el capricho.

Pero si atendemos a los intereses populares, tenemos que hablar de salarios, de precariedad, de desempleo, de vivienda, de hipotecas, de salud, de educación... De las condiciones de vida de nuestro pueblo. De porqué un 0,02% de la población se lleva casi el 40% de la riqueza. De cómo unos pocos acaparan miles de millones en fabulosos beneficios, en la RIC, en las subvenciones, privatizaciones, licitaciones, etc. De cómo al menos 700.000 de nuestros paisanos viven (es un decir) bajo el umbral de la pobreza, con menos de 460 euros al mes. De porqué hay más de 280.000 parados oficialmente registrados. De porqué más de 310.000 canarias y canarios tienen contratos en precario. De cómo tenemos los salarios más bajos del Estado (un 20% inferiores) y la jornada laboral más larga. De porqué hay casi 190.000 viviendas vacías. O un 38% de fracaso escolar. O porqué se ha privatizado el 30% de la sanidad pública.

Los que nos saquean y nos expolian no son sólo godos. La mayoría de los principales expoliadores son nacidos y criados en Canarias (quizá alguno hasta tenga sangre guanche). Es lo que pasa: siempre hay una serpiente en el paraíso. En el mundo del capitalismo extremo, del imperialismo, de la globalización neoliberal, es un disparate pretender que nuestro país se quede al margen de esa realidad, porque no está al margen ni lo puede estar. Canarias se ve zarandeada y brutalmente condicionada por la lucha global por mercados, materias primas, recursos energéticos y disputas por la hegemonía. Sólo los niños chicos creen que tapándose los ojos se vuelven invisibles. Hoy más que nunca, este mundo en que existimos, en el que existe Canarias, se ve envuelto en la lucha a escala mundial entre el socialismo al que aspiran los pueblos y el capitalismo más depredador y destructivo. No podemos volver a quedarnos al margen de la historia, aunque quisiéramos. Decir la verdad a nuestra gente es, por lo tanto, explicar la lucha de clases. Y en esa lucha de clases, en esa batalla por cambiar el actual estado de cosas, es en la que podemos ganar a la mayoría. Porque nuestro pueblo sí entiende que las cosas deben cambiar si hay una dirección política clara y decidida. Que tenga como norte acabar con los salarios de miseria, los contratos en precario, las privatizaciones, la especulación del suelo. Y la solución a esos problemas es el Socialismo.

En la lucha por el Socialismo, por la defensa de los intereses de los asalariados y los pequeños empresarios que sufren los abusos de los grandes capitalistas y las grandes transnacionales y sus imposiciones leoninas, podremos plantear la necesidad de la independencia. Precisamente, porque para poder tomar medidas socialistas necesitamos la soberanía y la independencia nacionales, rompiendo con las directrices y la legalidad capitalistas que nos vienen impuestas desde Madrid y desde Bruselas. Someternos al capitalismo neoliberal bajo soberanía europea o avanzar al Socialismo con la Independencia: esa es la disyuntiva.

Por lo tanto, no sólo es que la lucha por el Socialismo nos aleje de la Independencia sino que, bien al contrario, es precisamente la lucha por el Socialismo lo que llevará a nuestro pueblo a la Independencia como su corolario natural. Y en la lucha por la Independencia nacional y el Socialismo están objetivamente interesados no sólo los nacidos en Canarias, sino todas las trabajadoras y los trabajadores que hagan de nuestro país su futuro y el de sus hijos. Por lo tanto, no se plantea la Canarias soberana sobre la base de una base étnica o de las emanaciones telúricas, sino como un proyecto de nación de futuro, libre y socialista.Sería suicida dividir al pueblo en vez de unirlo y, en cambio entregarse abiertos al enemigo de clase y nacional. Para algunos, entre la resistencia guanche y el ahora han pasado 600 años de vacío. Las luchas populares durante este largo periodo se desprecian si no se hicieron sobre la base del guanchismo más atrabiliario. No entienden las tareas que corresponden a cada etapa histórica. No entienden nada. El discurso etnicista (esto es:racista), idealista, fantástico e "interclasista", sólo esconde la resignación de quién ha renunciado a vencer, a tomar el poder, a la revolución. Cuanto menos van en serio, cuanto menos creen el proyecto, más poses patrioteras adoptan. Pero las trabajadoras y los trabajadores no adoptamos poses, no estamos por jugar o por entretenernos. Tenemos una vida muy dura: o vamos en serio o no vamos. Jugarnos el trabajo, la familia y hasta el tipo para que cuatro capitostes saquen al final unos millones más de Madrid no es un buen plan de batalla. Esperar que con diatribas infumables nuestra gente se inflame de independentismo es hacer un flaco favor a la causa que defendemos. Son los que espantan a la gente, los que deshacen en cinco minutos el trabajo de un año. Son los que no se comen una rosca pero, cuando ven que una organización avanza, que crece con un discurso serio y riguroso, les entra el miedo a perder su papel de interlocutores ante la burguesía colonial como los "verdaderos" independentistas. De hecho, ese colaboracionismo de clases, ese quintacolumnismo objetivo, ese independentismo friki, está siendo relegado a la cuneta de la historia. Que pierdan toda esperanza: Unidad del Pueblo no va a dar ni un paso atrás en la defensa de los intereses populares, por mucho que estos choquen con los de la minoría oligárquica colonial. No cejaremos en la lucha en serio por la Independencia nacional y el Socialismo. Son los pueblos los verdaderos protagonistas de la historia. Creer que se puede ir a alguna parte sin conquistar el entendimiento, los corazones y la voluntad de la mayoría de nuestro pueblo, es estar en las nubes. Y para ganar a la mayoría hay que pensar en términos de mayoría., ahora el Pueblo. Los vocacionales del disparate y del "interclasismo" no tienen nada que hacer con nosotros. Nos hemos puesto en marcha, y nada va a detenernos. Ahora Canarias, ahora el Pueblo.


*Unidad del Pueblo.

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