Mucho se ha escrito sobre los factores que nos han llevado a la crisis económica más importante que hemos sufrido desde la Gran Depresión de inicios del siglo XX. Pero poco se ha dicho de las raíces de tal crisis, que es la enorme polarización de las rentas a ambos lados del Atlántico, consecuencia, en gran parte, de la aplicación de las políticas neoliberales desarrolladas por la mayoría de gobiernos de la OCDE (el club de países más ricos del mundo) desde los años ochenta.
La revolución neoliberal iniciada por el presidente Reagan en EEUU y por Thatcher en Reino Unido ha creado, al aplicarse sus políticas (disminución de los impuestos de las rentas superiores, aumento de la regresividad fiscal, desregulación de los mercados laborales con el fin de debilitar a los sindicatos y a la fuerza laboral, disminución del gasto público, dilución de los derechos laborales y sociales, entre otras medidas) un enorme crecimiento de las rentas superiores a costa de las rentas medias e inferiores. En otras palabras, las rentas del capital se han disparado a costa de las rentas del trabajo, que han disminuido. Es decir, en lenguaje claro, los ricos se han convertido en superricos a costa de todos los demás (clase trabajadora y clases medias). Y ahí está la raíz del problema, la realidad más oculta y silenciada en nuestros medios.
La revolución neoliberal iniciada por el presidente Reagan en EEUU y por Thatcher en Reino Unido ha creado, al aplicarse sus políticas (disminución de los impuestos de las rentas superiores, aumento de la regresividad fiscal, desregulación de los mercados laborales con el fin de debilitar a los sindicatos y a la fuerza laboral, disminución del gasto público, dilución de los derechos laborales y sociales, entre otras medidas) un enorme crecimiento de las rentas superiores a costa de las rentas medias e inferiores. En otras palabras, las rentas del capital se han disparado a costa de las rentas del trabajo, que han disminuido. Es decir, en lenguaje claro, los ricos se han convertido en superricos a costa de todos los demás (clase trabajadora y clases medias). Y ahí está la raíz del problema, la realidad más oculta y silenciada en nuestros medios.
Miremos los datos y analicemos los del país donde se inició la crisis: EEUU. Según afirma el que fue ministro de Trabajo bajo la Administración Clinton, Robert B. Reich, en el artículo How to end the Great Recession (The New York Times, 03-09-10), el salario medio del hombre trabajador (ajustado a la inflación) en aquel país es más bajo hoy que hace 30 años. Este descenso ha forzado a las familias estadounidenses a que –a fin de mantener su nivel de vida– más miembros de la familia trabajen, siendo ello una de las causas más importantes de la integración de la mujer al mercado de trabajo. Mientras que sólo el 32% de las mujeres con niños trabajaba en 1970, hoy lo hace el 60%. Otra manera de compensar la bajada de salarios ha sido aumentar las horas de trabajo. El trabajador en esta década está trabajando 100 horas más al año (y la trabajadora 200 más) que hace sólo 20 años.
Pero, incluso con estos cambios, la capacidad adquisitiva de las familias ha ido bajando, lo cual les ha forzado a endeudarse. Las familias estadounidenses se endeudaron hasta la médula, lo que pudieron hacer porque el aval de sus deudas, la vivienda, iba subiendo de precio. Hasta que la burbuja explotó. Y ahora las familias tienen una enorme deuda. Nada menos que 2,3 billones de dólares.
Hasta aquí la descripción de lo que ha pasado con la mayoría de la población. Veamos ahora qué ha pasado con los ricos. El hecho de que la masa salarial (la suma de los salarios) fuera descendiendo como porcentaje de la renta nacional (y ello a pesar del aumento del número de trabajadores) quiere decir que las rentas del capital iban subiendo. Lo que esto significa es que el crecimiento de la riqueza del país (lo que se llama el crecimiento del PIB) beneficiaba mucho más a las renta superiores (que derivan su renta, en general, de la propiedad) que al resto de la población (que deriva su renta del trabajo). Como consecuencia, los ricos se convirtieron en superricos. El 1% de la población que poseía el 9% de la renta nacional en los años setenta del siglo XX, ha pasado a gozar ahora del 23,5% de la renta total, el mismo porcentaje, por cierto, que cuando se inició la Gran Depresión al principio del siglo XX. Y ahí está el problema. Como dice Robert B. Reich, los superricos tienen tanto dinero que consumen un porcentaje menor de su renta que el ciudadano normal y corriente. O sea, que el 23,5% de la renta nacional que controlan se utiliza menos en consumo y demanda que si lo tuvieran personas normales y corrientes. La demanda total, que es la que mueve la economía (pues es la que estimula el crecimiento económico y la creación de empleo) ha descendido dramáticamente, en parte porque la mayoría de las familias ha perdido gran capacidad de consumo y los superricos han sacado del consumo el 23,5% de la renta total del país, consumiendo mucho menos que el ciudadano medio.
Y por si esto fuera poco, la situación se agrava incluso más como consecuencia de que los superricos depositan su dinero en paraísos fiscales y/o invierten en actividades especulativas que tienen elevada rentabilidad, como los famosos "hedge funds", facilitado por la desregulación de los mercados financieros. Y ahí está la raíz de la crisis financiera y el colapso del sistema bancario, que ha sido salvado con fondos públicos –es decir, impuestos– procedentes de las familias profundamente endeudadas.
La solución es fácil de ver. Se requiere una redistribución de las rentas de manera que el 1% de la población vuelva a tener el 9% de la renta nacional (en realidad, con el 3% bastaría). Con ello se aumentaría el consumo, y así el estímulo económico y la creación de empleo. Es más, las intervenciones redistributivas del Estado generarían más recursos públicos, con los cuales se podría, incluso, crear más empleo, resolviendo el mayor problema que hoy existe, que es el elevado desempleo. Pero los superricos, junto con los ricos y las clases medias de rentas altas (el 20% de la población) se oponen por todos los medios a estas políticas redistributivas. Esto ocurre en EEUU (como lo atestiguan los enormes problemas con los que se enfrenta la Administración Obama, en su intento de gravar a las rentas superiores y crear empleo público) y también en los países del sur de la UE, incluyendo el Estado español. Estos países tienen las mayores desigualdades de renta de la UE-15, lo cual explica que sean también los más afectados por la crisis. Y en el Estado español, el Gobierno del Psoe ni se atreve a subir los impuestos de los superricos. Ello muestra que la causa de la crisis es política: la excesiva concentración del poder del poder económico y político en nuestras democracias.*V. Navarro.
Un análisis corto.
ResponderEliminarFructuoso Rodriguez
Desde mi modesta opinión, el análisis que hace V. Navarro, en este artículo que presente “Cuis-Canarias”, y con el cual creo que si lo presenta es porque se identifica con él, es corto de miras o por lo menos no hace referencia a un plano más completo de lo que está pasando en la actualidad.
Hacer referencia en este momento a un solo enfoque – crisis financiera, o del neoliberalismo-, culpando a la distribución de la riqueza de esta situación, y alegando que si la distribución de la misma fuera diferente la situación no sería la que es.
Yo me acojo a la definición que dio Jean Jaques Rousseau (escribo de memoria), creo recordar en el libro “Origen de la desigualdad de los hombres” que venia a decir algo así como: “…el mal del hombre comenzó cuando llegó un individuo, marcó un terreno y dijo: -esto es mío- y nadie se lo impidió”. El origen de esta crisis es el modelo elegido para administrar la sociedad prácticamente desde que el hombre es hombre: la fuerza, y desde el desarrollo de la era industrial el modelo capitalista. Y no valen enmiendas tachaduras, o arreglos de última hora. El modelo capitalista está condenado a colapsar mírese como se mire; analícelo como se analice. Y la única solución para sortear esta crisis mínimamente es impedir que el sistema capitalista quede “mal enterrado”. ¡Hay que enterrarlo bien profundo para que no resucite! Y eso que alega el Sr. Navarro es darle oxígeno a la bestia.
Analizar esta crisis solamente desde el plano depredador del neoliberalismo,
- que es correcto el análisis-, deja por fuera y no deja de tener menos importancia el efecto de la aplicación de las nuevas tecnologías o tecnificación de las empresas en la causa del alto índice de parados en el mundo industrializado, como bien señala Jeremy Rifkin en su libro “El fin del trabajo”, o causa-efecto del precio del barril de petróleo en el derrumbe de la economía, y consecuencias de la desaparición a partir de ya del petróleo barato. O de la incidencia que tendrá en los próximos años en la alimentación mundial, esos precios desorbitados o los del propio trastorno climático, o de la alta densidad demográfica de éste nuestro planeta tierra, y que camina a un ritmo exponencial vertiginosamente. En fin compañeros, lo que quiero decir, es que abramos los ojos que este monstruo tiene tantas cabezas como la Hidra de Lerna.
Vicenç Navarro es Catedrático de Ciencias Políticas y Políticas Públicas de la Universitat Pompeu Fabra; y tal como hemos señalado explícitamente en nuestra presentación, CUIS-Canarias no tiene por qué compartir, necesariamente, la totalidad de las opiniones contenidas en artículos que se publican bajo firma o nick.
ResponderEliminarPublicamos determinadas opiniones (aún no compartiéndolas en su totalidad), en la medida que aportan cosas interesantes, expuestas por gente que tiene acreditado rigor intelectual bastante. Este es uno de esos casos.
Dicho lo anterior, añadimos que el enfoque de V. Navarro tiene la virtualidad de "meter el dedo en llaga", al señalar que no son factores exógenos, sino principalmente endógenos, los que han conducido al Sistema capitalista a hundirse en la presente crisis.
Eso es importante señalarlo, por cuanto abundan los análisis de "expertos" (todos ellos situados en la órbita ideológica -y en la "lógica interna"- del Capitalismo) que tratan de "exonerar" de responsabilidad alguna, a las contradicciones del propio Sistema, señalando que serían fenómenos ajenos a las mismas (crecimiento poblacional desmesurado,falta o escasez de recursos materiales, etc.) los causantes de la presente situación. Nada más falso, al menos en nuestra opinión.
Por otro lado, V. Navarro, efectivamente, hace un análisis que peca de parcialidad, por cuanto, aunque son ciertas las razones que expone como algunos de los aspectos desencadenantes de la actual crisis, la explicación no se agota en ellas: hay otras causas, de mayor y más hondo calado (también de génesis intrínsecas al Sistema) que deberían ser señaladas, para obtener un mejor diagnóstico de la enfermedad sistémica, y a partir de él un adecuado tratamiento para superarla. Pero esto es otra cuestión que habrá de abordarse en otra "entrada" distinta, y no en un "comentario" de la que trae causa.